Cuando, en
mayo de 2013, la Reserva Federal empezó a concretar cómo sería el
proceso de
normalización de su política monetaria, los inversores
comenzaron a preocuparse por la mala situación de ciertos emergentes,
que pronto se agruparon bajo la etiqueta de «frágiles». Uno de los
integrantes del grupo era Rusia. Rusia había experimentado un periodo de
crecimiento robusto entre 2005 y 2012 (4,1% de promedio anual), aunque
al precio de acumular tensiones inflacionistas (la inflación fue del
9,7% anual en ese mismo periodo). Para mayor complicación, a partir de
2013, la actividad perdió ritmo pero los precios siguieron creciendo a
tasas elevadas.
Partiendo
de esta situación de debilidad previa, el país entró en 2015 en
una grave recesión a causa de dos factores: la caída del precio del
petróleo y del gas y la aplicación de sanciones económicas por
parte de la Unión Europea y EE. UU. debido al conflicto de Ucrania.
¿Cuáles son ahora sus perspectivas inmediatas? ¿Se alejará de la
zona de riesgo emergente?
A fin de responder a estas
cuestiones, revisamos tres posibles fuentes de
vulnerabilidades: la que emerge del entorno exterior, la que
deriva de la situación interna y la originada por
condicionantes geopolíticos. Por lo que se refiere al primero
de estos ámbitos, preocupa el impacto que puedan tener en Rusia los
efectos últimos del proceso de normalización monetaria
estadounidense en forma de un endurecimiento de las
condiciones financieras internacionales y de una posible
continuidad del proceso de apreciación del dólar.
Se trata
de un frente en el cual diversos emergentes distan de tener una
posición sólida. Rusia, en cambio, se aleja del patrón típico del
«emergente frágil». Frente al desequilibrio exterior habitual,
Rusia mantiene un holgado superávit por cuenta corriente (5,0% en
2015) y, mientras que otros emergentes afrontan la situación con
reservas exiguas, Rusia dispone de suficientes reservas
internacionales para cubrir sin dificultades su deuda externa a
corto plazo. Con todo, preocupa que, en un contexto de incremento
de la deuda total (99,4% del PIB a finales de 2015), en especial de
la corporativa, la proporción de esta última denominada en
divisa extranjera haya aumentado hasta cuotas superiores al
promedio de los emergentes.
Pero, aunque las
vulnerabilidades externas no parecen exageradas, las internas
son harina de otro costal. La inflación se situó en 2015 en un
elevado 15,5%. El rebote inflacionista fue consecuencia de la
notable depreciación del rublo, que encareció los precios de los
bienes importados, y del efecto del embargo de alimentos de la UE,
que forzó a Rusia a aprovisionarse internacionalmente a
precios más altos. Aunque en 2016 y 2017 ambos factores tendrán un
efecto menor, lo que favorecerá una relativa reconducción de la
inflación, los niveles previstos siguen siendo altos. Asimismo,
el frente de las finanzas públicas se ha deteriorado
rápidamente, resultado en gran medida de la caída de ingresos
fiscales por el descenso de los precios energéticos.
La
situación de debilidad interna se ha agravado por las
consecuencias de la participación rusa en diferentes focos de
tensión territoriales (Ucrania-Crimea, primero, Siria, después).
Como resultado, la UE y Rusia se han enzarzado en un proceso de
sanciones mutuas, a las que se han sumado las de Rusia a Turquía.
Esta dinámica ha comportado, desde la perspectiva rusa,
dificultades de operativa internacional para sus bancos y la
necesidad de aceptar suministros exteriores más caros. A no ser
que ambos conflictos den un giro sustancial, el escenario más
probable es que en 2016 las sanciones permanezcan.
¿Tiene
Rusia margen de maniobra de política económica para afrontar estas
vulnerabilidades? Escaso. La política monetaria está
«atrapada» entre objetivos contrapuestos: si opta por primar,
mediante una política monetaria restrictiva, la recuperación
de la credibilidad antiinflacionista perdida, el proceso de
salida de la recesión puede alargarse. La política fiscal también
afronta exigencias de difícil conciliación, ya que trata de
combinar cierto apoyo a la economía (concentrado en la práctica en el
sector bancario), mantener el gasto militar y reequilibrar sus
cuentas.
En resumen, la evolución económica de Rusia
depende sobremanera de que los dos factores que la afectaron
negativamente (materias primas y sanciones) se mitiguen. A tenor
de los escenarios que se manejan sobre los precios de las
materias primas, que preven una recuperación paulatina de sus
cotizaciones, lo primero tiene visos de suceder. Lo segundo será
más difícil, dado que los conflictos internacionales abiertos
están lejos de resolverse. Si además se le suma un margen de
política económica estrecho, parece prematuro excluir a Rusia
de los emergentes en zona de riesgo para los próximos tiempos.
Servicio de Estudios de 'la Caixa'
No hay comentarios:
Publicar un comentario