El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya ha dado un sonoro
bofetón a China. Se ha oido en todo el mundo y sobre todo en Asia. China
es una descomunal potencia en un número creciente de aspectos. Leemos
que el magnate Wanda quiere crear una Copa de Europa paralela a la
Champions. Su mercado y exportación cinematográfica aumentan
rápidamente. Y en el terreno exterior muestra una inquietante deriva
imperialista.
El coloso asiático ha desplegado en la última década una serie de
reivindicaciones territoriales sobre una parte del mar de la China, una
superficie enorme similar a la extensión de México, que chocan con un
montón de vecinos. Indonesia, Filipinas, Malasia, Brunei, Singapur,
Vietnam, Taiwan han oido reiteradamente que Beijing les comunicaba que
tales aguas territoriales o tales islas no eran internacionales ni de
ellos. La soberanía era china.
La disputa sobre un determinado punto fue llevada al Tribunal de La
Haya por el gobierno filipino saliente. La instancia judicial se ha
pronunciado rotundamente: China no lleva razón en sus pretensiones sobre
el espacio disputado. Ha causado además un daño irreparable a la flora y
fauna de la zona. Filipinas parece haber ganado, en el fallo, todos los
asaltos. China pierde la batalla jurídica y la costosa diplomática que
emprendió para defender su causa no le ha salido bien.
Los embajadores
chinos han hecho una masiva campaña en el tercer mundo, en países muy
endedudados con China, que son bastantes, para convencerles de lo
ajustado de sus pretensiones. Ahora, dada la conclusión clara del
Tribunal, le será más difícil ganarlos más abiertamente a su causa.
China es signataria de los estatutos que rigen el derecho del
mar (Estados Unidos no lo es). Ha declarado, con todo, que la decisión es
papel mojado y que no va a respetarla.
El problema es lo que va a ocurrir ahora. De entrada, China ha hecho
bastante el ridículo mientras los filipinos con su nuevo presidente, que
ha pregonado que quiere suavizar las relaciones con Beijing, se
congratulan. Los países acosados se regocijan. Su antiguo aliado
Vietnam, otro agraviado, ha elogiado prontamente el fallo judicial. Los
corifeos del poder chino ya deslizan que todo es una conspiración
americana con sus aliados asiáticos para frenan a China. Es algo que no
se tiene de pie.
Ahora bien, si China persiste en no acatar la decisión
puede optar por hacer más actos que reafirmen sus pretensiones,
construcción de más islotes artificiales, envío de buques etc…que den a
entender que está dispuesta a utilizar la fuerza. Todo ello llevará a
los países asiáticos a buscar más la protección del paraguas de Estados
Unidos poco interesado en que la ampliación de las aguas territoriales
en zonas que consideran internacionales. Otro incidente que justifica
que Obama haya prestado una atención creciente a Asia.
(*) Diplomático español
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