La llamada de auxilio de Italia en favor de sus bancos pone en serio
riesgo una vez más el correcto empleo de las reglas de juego de la Unión
Europea justo cuando la Comisión Europea no sabe cómo salir del
atolladero de la sanción a España por el asunto del déficit excesivo y
el incumplimiento de las advertencias comunitarias.
Casi nadie quiere
imponer una sanción a España, incluso porque puede llegar a ser
contraproducente con los objetivos del equilibrio presupuestario, pero
siempre hay legalistas que apelan por encima de todo al vigor de los
principios. En relación con la crisis bancaria italiana, también España
puede salir a colación: los accionistas de Bankia y de otras entidades
perdieron hasta lo puesto y ahora en Italia de lo que se trata es de
evitarlo, poniendo dinero del Estado mientras la Comisión Europea mira
para otro lado.
Con la banca italiana, la Unión Europea se está metiendo en un bucle,
otro más, endiablado porque las ayudas de Estado a los bancos están
ahora prohibidas. Los bancos italianos están cerca de la quiebra, nada
que ver con los españoles (cajas de ahorros en concreto) hace unos años.
La tasa de morosidad (los créditos incobrables) es el triple que la
española, sobre todo en algunos bancos de primera fila. En condiciones
normales, los accionistas de los bancos deberían ser llamados a reponer
capital y, en todo caso, el saneamiento de la banca italiana exigiría
destinar todo el capital y reservas de los bancos a pagar las pérdidas. A
partir de ahí, las ayudas públicas podrían tener una consideración
bastante más benévola.
Todo ello sin olvidarse de las obligaciones emitidas por los bancos
italianos y en circulación, en manos de miles de modestos accionistas e
inversores. Todo ello nos recuerda a los preferentistas españoles como
dos gotas de agua. Tendrían razón los miles de damnificados españoles
que han perdido sus ahorros con las preferentes de las cajas españolas o
con las desdichadas salidas a Bolsa si ahora los preferentistas
italianos fueran objeto de un trato de favor, de forma que no pierdan ni
un euro de sus ahorros. Aún así, el problema ya está sobre la mesa
porque la cotización de algunos bancos italianos ha caída desde enero
hasta ahora más del 70%.
Dejar caer a algunos bancos italianos cerrándoles toda ayuda oficial
sería, por el contrario, un serio problema para el conjunto de la zona
euro, incluidos los bancos españoles. El euro, según dicen algunos
catastrofistas o simplemente algunos realistas, no podría sobrevivir a
semejante escenario. Por ello la Unión Europea va a tener que hacer la
vista gorda, según todos los indicios y por lo que se ve venir. No es
que el máximo dirigente del Banco Central Europeo (BCE) sea italiano,
como lo es el máximo responsable de la Autoridad Bancaria Europea, otro
italiano, sino que hay prioridades políticas que no siempre permiten la
aplicación estricta de las leyes sin causar males mayores.
La actual peripecia italiana con sus bancos llega en unos momentos en
los que España no puede pedir reglas homogéneas para la crisis bancaria
de hace unos años, pero sí podría beneficiarse de la benevolencia en el
asunto del déficit público. No sería justo que España se encuentre
siempre del lado perdedor cuando entran en juego las normas comunitarias
y hay que aplicarlas a todos por igual.
(*) Periodista y economista
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