La marcha del
Reino Unido de la Unión Europea está provocando modificaciones en
comportamientos y políticas de gobiernos y empresas y entre estas
últimas se encuentran las sociedades españolas con fuertes intereses en
la Gran Bretaña como pueden ser los bancos Santander y Sabadell,
Iberdrola, Telefónica o Ferrovial, todas ellas con elevadas ratios de
beneficios y facturación en las Islas, algunas de las cuales albergaba
serios planes sobre su futuro que pasaban por Inglaterra o por Escocia.
Con
el triunfo del Brexit, muchos de estos planes, el más trascendental
de los cuales era trasladar su sede central y por lo tanto su
nacionalidad a los dominios de la monarquía inglesa, han pasado
a formar parte, quizá definitivamente, de la historia por mucho
que este objetivo pudiera tener todo el sentido del mundo.
Las
razones sobre el interés de alguna de estas compañías por
trasladar su sede al Reino Unido no solo tenían que ver con el
porcentaje de negocio o de recursos que dichas sociedades tienen
allí, sino con factores tanto o más profundos como puede ser el
maltrato que las empresas españolas reciben de las agencias de
rating, difícilmente permeables a otorgar a las empresas
españolas una calificación superior a la del Reino de España por
mucho que se esgrima o argumente que la base de sus negocios se
encuentra en otros países.
Tras el Brexit, las principales
agencias de rating han sometido a revisión al Reino Unido y le han
bajado un escalón hasta el AA con perspectiva estable. Pese a la
rebaja, el rating de Gran Bretaña está dos escalones por encima del
de España con las repercusiones que todo ello tiene en el coste de
la financiación de estas empresas.
La banca alemana e italiana
avocada a reestructurarse
Era
y sigue siendo un secreto a voces y una exigencia anunciada, aunque
no se encontraba el momento de abordar la compleja situación de
buena parte del sistema financiero italiano y alemán, aunque las
condiciones de unos y otros no son comparables y mientras las
entidades trasalpinas están al borde del colapso, las alemanas,
especialmente las cajas, simplemente corren riesgos a futuro
como consecuencia del deterioro del margen de intereses, algo que
no resulta extraño a buena parte del sistema financiero europeo.
Tanto
es así en el caso alemán que el mismo FMI ha decidido recomendar
públicamente a sus entidades que se adapten al nuevo entorno y
mejoren la gestión de riesgos, aunque reconoce que los bancos
alemanes están bien capitalizados y tienen una gran capacidad de
resistencia. El recado del Fondo iba focalizado
fundamentalmente a las cajas y cooperativas de crédito cuyo
negocio se centra en el mercado minorista y sobre las que recae la
amenaza de una caída del beneficio del entorno del 25 por ciento en
los próximos dos años de continuar el deterioro de márgenes.
Lo
de los bancos italianos es simplemente el de una situación de
quiebra encubierta cuya solución por parte del gobierno de Italia,
vía recapitalización pública, se topa con las limitaciones que
impone la Comisión Europa.
Con activos tóxicos cercanos a los
400.000 millones de euros y con la rentabilidad más baja de la UE,
los bancos italianos esperan como agua de mayo que el gobierno
italiano les inyecte capital por 40.000 millones sin que ello
suponga que pueda ser considerado como ayuda de Estado, algo que
puede conseguirse en un futuro inmediato si la supuesta
inestabilidad financiera producida por el Brexit permite, tras
largas negociaciones entre Roma y Bruselas, una rendija por la que
puedan colarse las ayudas públicas sin necesidad de mayores
consideraciones.
(*) Periodista y editor de Tendencias del Dinero
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