lunes, 25 de julio de 2016

La independencia europea, en entredicho con el Brexit y el escándalo Barroso / Luis Alcaide *

En mis dos últimas colaboraciones he intentado destacar, posiblemente sin éxito, los peligros de Brexit para la unidad Europa y el cínico silencio de las instituciones de Bruselas por el nombramiento de quien fuera presidente de la Comisión, Durao Barroso, presidente ahora, aunque no ejecutivo, de Goldman Sachs. Reconocimiento de sus méritos: buenos conocimientos y mejores relaciones con las personas y mecanismos de la Unión Europea. ¡Un buen reclamo!.

Goldman Sachs se be­ne­fició en su día de la con­fianza que pres­taba su nombre a la hora de eva­luar el riesgo de la deuda so­be­rana griega. Un riesgo mal eva­luado. Cabría pre­gun­tarse si las au­to­ri­dades es­ta­dou­ni­denses hu­biesen sido tan be­ne­vo­lentes como las co­mu­ni­ta­rias con un banco de in­ver­sión eu­ropeo que hu­biese cal­cu­lado con tanto des­par­pajo la deuda del es­tado de California.

El pres­tigio del banco nor­te­ame­ri­cano ha fun­cio­nado, y con él, la puerta gi­ra­to­ria. La que acusan los an­ti­sis­tema. Puerta gi­ra­toria que ofrece un sa­lario al ex­pre­si­dente de la Comisión in­fe­rior al que se pa­garía a un di­ri­gente po­lí­tico de un país del tercer mundo para con­se­guir un con­trato sus­tan­cial. Primogenitura por media ra­ción de len­te­jas.

Brexit in­glés, au­to­res­cate ban­cario ita­liano (adiós al bai­l-in y más bai­l-out) y un go­bierno es­pañol que fa­brica mar­tin­galas para eludir sus com­pro­misos pre­su­pues­ta­rios con la UE. En de­fi­ni­tiva una Europa “zaragatera y triste” que imita a la Argentina de los Kichners. Un banco cen­tral, como el ar­gen­tino, dis­po­nible para trazar un primer cordón sa­ni­ta­rio-­fi­nan­ciero lo su­fi­cien­te­mente ge­ne­roso que re­clame la aten­ción de los in­ver­so­res, dis­puestos a crear un mer­cado en donde se ne­gocie deuda eu­ro­pea.

¡Curiosa in­de­pen­dencia la de la UE! Liberales y so­cia­listas ig­noran cómo en el pa­sado siglo una na­ción perdía su so­be­ranía o una co­mu­nidad de na­ciones su au­to­ridad a manos de fas­cismos o es­ta­li­nis­mos. El Brexit y el pe­noso epi­sodio del señor Barroso son alarmas que suenan pero que sólo es­cu­chan quienes alientan na­cio­na­lismos se­ce­sio­nis­tas.

En efecto, la co­rrec­ción del pro­ceso eu­ropeo será do­lo­rosa, exi­gente. Requiere de­ter­mi­na­ción para opo­nerse a ese Reino Unido que pre­tende es­ta­blecer un tra­tado bi­la­teral de libre co­mercio y man­tener su pa­tente de cor­sario fi­nan­ciero para na­vegar entre los 27 es­tados res­tantes de la UE. Un tra­tado sin los com­pro­misos de los acep­tados por los países que forman parte del Área Económica Europea.

Una es­tra­tegia que exime al RU de con­tri­buir de ma­nera pro­por­cional al pre­su­puesto co­mu­ni­ta­rio, aceptar sin dis­cri­mi­na­ciones la li­bertad de mo­vi­mientos de per­sonas y evita la su­per­vi­sión de sus ins­ti­tu­ciones fi­nan­cieras por parte del Banco Central Europeo.

Los re­cientes nom­bra­mientos de la Premier, Theresa May, son todo un desafío. Es la hora de que Alemania desde su au­to­ridad y otros países más a ras de tierra con­si­deren la al­ter­na­tiva entre man­tener y fa­ci­litar el co­mercio con el Reino Unido sin más o exigir unas con­tra­par­tidas que des­animen cual­quier imi­ta­ción del Brexit.

El pro­ceso puede ser do­lo­roso para los in­tereses co­mer­ciales de Alemania o de España. También puede ser do­lo­roso a la hora de re­clamar más es­fuerzos en ma­teria de de­fensa. Es hora de pensar en aque­llas frase co­no­cida del in­glés Hobbes: “Acuerdo sin es­padas no son más que pa­la­bras sin fuerza para pro­teger a un ciu­da­da­no”; un ciu­da­dano eu­ropeo en este caso.

Reflexiones és­tas, las mías, ajenas a las preo­cu­pa­ciones para la for­ma­ción de un go­bierno en España. ¡Adelante, afir­mo¡; y ojalá que este go­bierno esté su­per­vi­sado por li­be­rales y so­cia­listas firmes en sus pro­pó­sitos de hacer de España una na­ción so­be­rana y eu­ropea y no un ba­ti­bu­rrillo de in­tereses y am­bi­cio­nes. Podemos obs­ta­cu­liza al­ter­na­tivas más.



(*) Economista del Estado en España


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