En mis dos
últimas colaboraciones he intentado destacar, posiblemente sin éxito,
los peligros de Brexit para la unidad Europa y el cínico silencio de las
instituciones de Bruselas por el nombramiento de quien fuera presidente
de la Comisión, Durao Barroso, presidente ahora, aunque no ejecutivo,
de Goldman Sachs. Reconocimiento de sus méritos: buenos conocimientos y
mejores relaciones con las personas y mecanismos de la Unión Europea.
¡Un buen reclamo!.
Goldman
Sachs se benefició en su día de la confianza que prestaba su nombre
a la hora de evaluar el riesgo de la deuda soberana griega. Un
riesgo mal evaluado. Cabría preguntarse si las autoridades
estadounidenses hubiesen sido tan benevolentes como las
comunitarias con un banco de inversión europeo que hubiese
calculado con tanto desparpajo la deuda del estado de California.
El
prestigio del banco norteamericano ha funcionado, y con él, la
puerta giratoria. La que acusan los antisistema. Puerta
giratoria que ofrece un salario al expresidente de la Comisión
inferior al que se pagaría a un dirigente político de un país del
tercer mundo para conseguir un contrato sustancial. Primogenitura
por media ración de lentejas.
Brexit inglés, autorescate
bancario italiano (adiós al bail-in y más bail-out) y un gobierno
español que fabrica martingalas para eludir sus compromisos
presupuestarios con la UE. En definitiva una Europa “zaragatera y
triste” que imita a la Argentina de los Kichners. Un banco central,
como el argentino, disponible para trazar un primer cordón
sanitario-financiero lo suficientemente generoso que
reclame la atención de los inversores, dispuestos a crear un
mercado en donde se negocie deuda europea.
¡Curiosa
independencia la de la UE! Liberales y socialistas ignoran cómo en
el pasado siglo una nación perdía su soberanía o una comunidad de
naciones su autoridad a manos de fascismos o estalinismos. El
Brexit y el penoso episodio del señor Barroso son alarmas que suenan
pero que sólo escuchan quienes alientan nacionalismos
secesionistas.
En efecto, la corrección del proceso
europeo será dolorosa, exigente. Requiere determinación para
oponerse a ese Reino Unido que pretende establecer un tratado
bilateral de libre comercio y mantener su patente de corsario
financiero para navegar entre los 27 estados restantes de la UE. Un
tratado sin los compromisos de los aceptados por los países que
forman parte del Área Económica Europea.
Una estrategia que
exime al RU de contribuir de manera proporcional al presupuesto
comunitario, aceptar sin discriminaciones la libertad de
movimientos de personas y evita la supervisión de sus
instituciones financieras por parte del Banco Central Europeo.
Los
recientes nombramientos de la Premier, Theresa May, son todo un
desafío. Es la hora de que Alemania desde su autoridad y otros países
más a ras de tierra consideren la alternativa entre mantener y
facilitar el comercio con el Reino Unido sin más o exigir unas
contrapartidas que desanimen cualquier imitación del Brexit.
El
proceso puede ser doloroso para los intereses comerciales de
Alemania o de España. También puede ser doloroso a la hora de
reclamar más esfuerzos en materia de defensa. Es hora de pensar en
aquellas frase conocida del inglés Hobbes: “Acuerdo sin espadas no
son más que palabras sin fuerza para proteger a un ciudadano”; un
ciudadano europeo en este caso.
Reflexiones éstas, las mías,
ajenas a las preocupaciones para la formación de un gobierno en
España. ¡Adelante, afirmo¡; y ojalá que este gobierno esté
supervisado por liberales y socialistas firmes en sus
propósitos de hacer de España una nación soberana y europea y no
un batiburrillo de intereses y ambiciones. Podemos obstaculiza
alternativas más.
(*) Economista del Estado en España
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