martes, 19 de julio de 2016

Alarma en Occidente por las primeras medidas de Erdogan tras el golpe / Antonio Sánchez-Gijón *

Algunas de las reacciones del presidente Erdogan y sus ministros pueden crearles problemas que no previeron mientras aplastaban la sublevación. Los arrestos de más de 2.500 militares y el cese de otros tantos o más jueces, llevados a cabo por el gobierno contra los sospechosos de tener algo que ver con el fracasado golpe de estado, difícilmente pueden haberse hecho bajo las garantías del estado de derecho.

La re­pre­sión de los gol­pis­tas, ade­más, no ha ter­mi­nado: el mi­nistro de Justicia, Bekir Bozdag, de­claró este do­mingo que aún se rea­li­zarán más de­ten­cio­nes. Para el propio Erdogan, el fra­caso del golpe es la oca­sión de “purgar un vi­rus”.

Ocurre, sin em­bargo, que no es lo mismo arrestar mi­li­tares que cesar jue­ces. Los mi­li­tares se ha­llan bajo la ju­ris­dic­ción in­me­diata de sus man­dos, y éstos a su vez su­bor­di­nados al poder eje­cu­tivo, que les nom­bra. El cese de jueces sin un de­bido pro­ceso re­gla­men­tado y pre­visto por la cons­ti­tu­ción, que pro­ce­sal­mente debe in­cluir la aper­tura de ex­pe­dientes dis­ci­pli­na­rios, es mo­tivo de alarma por las fuertes sos­pe­chas de que estas de­ten­ciones y ceses se están lle­vando a cabo según listas de sos­pe­chosos ya ela­bo­ra­das, y pre­pa­radas desde hace tiempo por la po­licía y los ser­vi­cios se­cre­tos. Los cuerpos de po­licía se man­tu­vieron leales al go­bierno, y fueron pieza clave en los com­bates para re­ducir a los sol­da­dos, mien­tras las fuerzas ar­madas se di­vi­die­ron.

¿Civilización turca u oto­mana?
La ten­sión cons­tante entre Erdogan y la ins­ti­tu­ción mi­litar es quizás la nota más dis­tin­tiva de sus largos man­da­tos, puesto que las fuerzas ar­madas han sido, hasta que él llego a la je­fa­tura del go­bierno, la ins­ti­tu­ción in­ves­tida con un in­de­fi­nido (pero efec­tivo) man­dato so­cial de pro­teger los prin­ci­pios sobre los que fue fun­dada la Turquía mo­derna, una re­pú­blica a la vez laica y ‘europea’. Erdogan se com­pro­metió desde su pri­mera je­fa­tura del go­bierno a de­volver a la re­li­gión la cen­tra­lidad en la vida pú­blica y pri­vada, que era con­na­tural a la Turquía oto­mana.

En su lucha contra lo que el ejér­cito re­pre­sentó his­tó­ri­ca­mente, y contra su pre­ten­sión de pro­longar la tu­tela sobre la so­ciedad turca, Erdogan aplicó mé­todos que han sido fuer­te­mente cues­tio­na­dos, tanto desde el punto de vista po­lí­tico como le­gal.

Un pro­ceso ju­di­cial abierto en 2008 por su­puesta cons­pi­ra­ción contra el es­tado - el Caso Ergekenon - fue lle­vado a cabo bajo fuertes sos­pe­chas de que mu­chas de las pruebas contra los 300 acu­sados de te­rro­rismo ha­bían sido fa­bri­ca­das, y que mu­chos de los arrestos rea­li­zados se hi­cieron de forma irre­gu­lar. La casi to­ta­lidad de los acu­sados en el caso fueron ab­sueltos por falta de pruebas o por ar­bi­tra­rie­dades del pro­ce­di­miento.

A ese caso si­guió la causa contra el grupo clan­des­tino Martillo Pilón, con fuerte par­ti­ci­pa­ción mi­li­tar, que ter­minó en sen­ten­cias de pri­sión para 300 per­so­nas, entre ellas tres ge­ne­ra­les.

En ambos ca­sos, el go­bierno in­cri­minó a un nú­mero muy ele­vado de pe­rio­distas bajo acu­sa­ciones poco con­vin­centes y con el re­sul­tado global de que Turquía es uno de los países con mayor nú­mero de pe­rio­distas en pri­sión.

Por otro lado, bajo los dos casos se ob­servó una sorda lucha po­lí­tica entre el en­torno del en­tonces primer mi­nistro Erdogan y los se­gui­dores del grupo ideo­ló­gico Hizmet (‘Servicio’ en uno de los dia­lectos tur­cos), una po­de­rosa or­ga­ni­za­ción de tipo re­li­gioso fun­dada por Fetullá Gulen, an­tiguo aliado de Erdogan cuando ambos es­taban unidos por ideales is­la­mis­tas, y que ac­tual­mente se halla re­fu­giado en Estados Unidos, a quien el pre­si­dente Erdogan acusó, in­me­dia­ta­mente des­pués del in­tento de golpe, de ser su ins­pi­ra­dor, al tiempo que sus mi­nis­tros exi­gían a Estados Unidos la ex­tra­di­ción del acu­sado.

El primer mi­nis­tro, Binali Yildirim, ad­virtió a quienes dan re­fugio a Gulen, “que serán con­si­de­rados en guerra con Turquía”, ame­naza que na­tu­ral­mente causó la alarma del se­cre­tario de Estado, John Kerry, quien exigió pruebas pre­sen­tadas en de­bida forma.

La cues­tión re­li­giosa, inevi­ta­ble­mente, se avi­vará a raíz del golpe de es­tado. La su­pre­sión de la re­be­lión fue sa­lu­dada por Erdogan “como una ben­di­ción de Alá”, quizás dando a en­tender que ahora nadie podrá opo­nerse a su am­bi­ción de cam­biar la cons­ti­tu­ción para hacer de Turquía una re­pú­blica pre­si­den­cia­lista, pre­ten­sión que ya lle­vaba en el pro­grama elec­toral con el que se pre­sentó a las elec­ciones par­la­men­ta­rias del año pa­sado, en las que no ob­tuvo la ma­yoría ne­ce­saria para esa re­forma.

Otra ‘ventana de opor­tu­ni­dad’ para Erdogan
En efecto, de­bido a su propia sa­ga­ci­dad, a los errores de los gol­pis­tas, o a las dos cosas a la vez, Erdogan au­menta, gra­cias al golpe, su pres­tigio como hombre del des­tino, exal­tado por los suyos con en­fer­vo­ri­zados gritos de ‘Alá es grande’ con oca­sión de los en­tie­rros de al­gunas de las 260 víc­timas mor­tales del golpe hasta ahora con­ta­bi­li­za­das.

El fra­caso del golpe de es­tado re­fuerza los de­seos de Erdogan de eli­minar mu­chos de los rasgos laicos y ci­vi­listas de la vida pú­blica turca ins­critos en la to­davía vi­gente cons­ti­tu­ción, y que tienen su origen en el pro­lon­gado go­bierno del ‘fundador’ de la mo­derna Turquía, Kemal Ataturk, que con­dujo una re­vo­lu­ción cul­tural desde el final de la pri­mera guerra mun­dial hasta su fa­lle­ci­miento, casi en vís­peras de la IIGM. En dos oca­siones an­te­riores a ésta de 2016, los mi­li­tares to­maron el poder (la úl­tima en 1980; en la pri­mera eje­cu­taron al primer mi­nis­tro, acu­sado de is­la­mis­mo). A pesar de im­poner sendas dic­ta­du­ras, lo­graron man­te­nerse dentro de la Alianza Atlántica, de­bido a la im­por­tancia geo­po­lí­tica y mi­litar de Turquía, que le hacía pieza im­pres­cin­dible de la OTAN frente a la Unión Soviética, su ve­cino del otro lado del Cáucaso y del mar Negro.

Los pri­meros pro­nun­cia­mientos de Erdogan des­pués del fra­ca­sado golpe han cau­sado alarma entre los so­cios eu­ro­peos de Turquía. El pre­si­dente dijo, al pa­re­cer, que “los gol­pistas lo van a pagar ca­ro”. El mi­nistro francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, ad­virtió que el in­tento de golpe de es­tado ‘no es un cheque en blanco. No puede haber pur­gas; debe pre­va­lecer el im­perio de la ley”.

El in­tento de Erdogan de for­ta­le­cerse in­ter­na­mente a costa de los de­re­chos de­mo­crá­ti­cos, “le ais­laría in­ter­na­cio­nal­men­te”, ad­virtió el co­mi­sario de la UE Günther Öttinger.

La pri­mera eva­lua­ción eu­ropea sobre el com­por­ta­miento de Erdogan se pro­du­cirá el lunes 18, en una reunión de mi­nis­tros de la UE. Los países de la Unión se ha­llan en una si­tua­ción com­pro­me­tida res­pecto de Turquía, por cuanto este país y la Comisión fir­maron hace meses un acuerdo para la ayuda en la con­ten­ción del flujo de re­fu­giados que pre­tenden en­trar en te­rri­torio eu­ropeo pro­ce­dentes de Turquía.

Aunque las pri­meras reac­ciones eu­ro­peas ante los pro­nun­cia­mientos de Erdogan de­notan preo­cu­pa­ción por su tono vin­di­ca­tivo, no puede ne­garse que el pre­si­dente turco se halla en una si­tua­ción de gran for­ta­leza po­lí­tica, por su re­ciente y exi­tosa ofen­siva di­plo­má­tica hacia Israel, y el acer­ca­miento a Rusia, en busca de una co­la­bo­ra­ción mutua contra el Estado Islámico. Además, los Estados Unidos y la OTAN ya se han com­pro­me­tido a re­novar el sis­tema turco de de­fensa aé­rea.

El in­tento de golpe de es­tado no sólo es­tuvo in­com­pe­ten­te­mente desa­rro­llado, sino que con­tri­buirá inevi­ta­ble­mente al for­ta­le­ci­miento de Erdogan. Lo que, a su vez, será oca­sión de des­en­cuen­tros con Europa y Estados Unidos.


(*) Periodista


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