PARÍS.- La Unión Europea ha reaccionado al
choque del Brexit con un mensaje de unidad, aunque no han tardado en
aparecer los profundos desacuerdos entre los que quieren "más Europa" y
menos.
A favor de una mayor integración están el presidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, Francia y varios países del sur,
así como los socialdemócratas europeos, que abogan por una política
favorable al crecimiento y menos marcada por el dogma de la austeridad
fiscal.
Del otro lado, defendiendo un mayor control de los
Gobiernos nacionales, se encuentran la canciller alemana, Angela Merkel,
sus aliados conservadores y numerosos líderes de Europa del Este.
Según
ellos, la lección del Brexit es que los ciudadanos quieren repatriar a
sus respectivos países el poder delegado en la lejana y burocratizada
Bruselas. Y creen que los federalistas como Juncker son parte del
problema.
"Todo el mundo coincide en que necesitamos más
crecimiento y empleo. La cuestión es, ¿quién está en el asiento del
conductor? Ahí es donde aparece la división entre más Europa y menos
Europa", comenta la analista Rosa Balfour, del 'think tank' German
Marshall Fund of the United States.
La cuestión de cómo estimular
una economía europea anémica, crear empleo y recuperar el apoyo de los
pueblos al proyecto europeo es motivo de división entre el norte y el
sur, pero también entre la derecha y la izquierda.
El presidente
del Parlamento Europeo, el socialdemócrata alemán Martin Schulz, ha
pedido que la Comisión se convierta en "un verdadero Gobierno europeo",
supervisado por la Eurocámara y que rinda cuentas ante los ciudadanos.
El
vicecanciller alemán, el también socialdemócrata Sigmar Gabriel, ha
acusado a la austeridad de exacerbar el sufrimiento en Europa y afirma
que el Brexit ha demostrado que "la gente pobre vota por salir" de la
UE.
Ésa es la visión dominante en Francia e Italia, que quieren
una mayor flexibilidad de las normas fiscales europeas para estimular el
crecimiento, la inversión y el empleo.
Sin
embargo, el ministro alemán de Finanzas, el conservador Wolfgang
Schäuble, ha advertido de que, en su opinión, la UE debe apresurarse en
resolver cuestiones urgentes, para recobrar popularidad.
"Yo, en
principio, apoyo una mayor integración. Pero no es el momento. En
tiempos de creciente demagogia y profundo euroescepticismo, Europa no
puede seguir igual", explicó el domingo.
Defendiendo su habitual
línea, repitió también que no conviene "revivir la idea falsa de que se
puede crear crecimiento a base de crédito".
Con esto, queda en
evidencia la fractura en términos de política económica que hay dentro
del Ejecutivo de Merkel y entre Alemania y Francia, los dos motores del
proyecto europeo.
"Todas las partes hablan públicamente de unidad,
pero entre bastidores ha estallado un conflicto fundamental en cuanto
al rumbo que debería tomar el continente", constata el semanario del
diario alemán Die Zeit. Según la publicación, la clave está en dónde
debe colocarse "la frontera entre el mercado y el estado".
"El
bando de Francia, apoyado por Italia, la Comisión Europea y la mayor
parte de los socialdemócratas alemanes, quiere aprovechar la ocasión
para convertir poco a poco la eurozona en una unión política más
estrecha, en la que se transferiría mucho dinero", añade Die Zeit.
A
la luz de estas tensiones, y el hecho de que tanto el presidente
francés, François Hollande, como Angela Merkel afrontan elecciones el
próximo año, es de esperar que a corto plazo no haya grandes cambios,
cree Jean-Dominique Giuliani, máximo responsable de la Fundación
Schumann, un think tank.
"No hay ideas de verdad sobre la mesa", dice. "Temo que no ocurra nada, y ése es el problema", sentencia.
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