BARCELONA.- El hasta ahora implacable Banco Central Europeo (BCE)
aparcó la ortodoxia para admitir, a las primeras de cambio, que
las rígidas normas que con tanto esfuerzo logró plasmar el año pasado
para resolver las futuras crisis bancarias son ya papel mojado, según publica hoy La Vanguardia.
La culpa
del sorprendente giro del BCE la tiene el maltrecho sistema financiero
italiano, que precisa al menos 40.000 millones de euros para aumentar su
capital y limpiar su balance de sus miles de millones de créditos
incobrables.
Los bancos
italianos no han hecho los deberes, necesitan realizar fuertes
provisiones, han caído de media más del 50% en bolsa este año y no
pueden pedir más dinero a sus accionistas o al mercado. Pero no importa.
El Estado italiano, con el beneplácito de Mario Draghi –presidente del
BCE y exgobernador del Banco de Italia– y su equipo, acudirá presto en
su ayuda. Se trata de evitar males mayores, el colapso de la cuarta
economía de Europa y el contagio al resto.
“La situación actual, tras una nueva ronda de caída de
precios de las acciones después del Brexit, merece una profunda
reflexión sobre cómo compensar algunas fallas del mercado con un pequeña
aportación pública para mejorar significativamente la estabilidad de
algunos bancos”, comentó la noche del jueves Vitor Constâncio,
vicepresidente del BCE. Italia ha vencido. El tabú en Frankfurt ya no
existe.
Pocas horas después, Ignazio Visco, gobernador del Banco de
Italia, explicó que “teniendo en cuenta el riesgo de que, en un
contexto de alta incertidumbre, algunos problemas limitados puedan
afectar a la confianza en el sistema financiero, una intervención
pública no puede ser excluida”. Enrevesado, pero claro: El rescate está
en marcha y no lo pagarán solo los bonistas y los depositantes de más de
100.000 euros, como prevé la normativa, sino las arcas públicas. Visco,
que también es miembro del consejo de gobierno del BCE, dijo que el
Banco de Italia está trabajando “junto con las demás autoridades, con
determinación, para promover intervenciones eficientes en el mercado”
con el fin de respaldar a los bancos italianos.
La rendición del BCE, el principal artífice –junto con la
Comisión Europea y, obviamente, Alemania– de que el pasado 1 de enero
entrara en vigor la directiva europea sobre reestructuración y
resolución bancarias y el Reglamento sobre el Mecanismo Único de
Resolución, entusiasmó al mercado. Milán cerró con ganancias del 4,1%,
el doble que el resto de las bolsas europeas, que rondaron el 2%.
Todos los bancos de la eurozona –comandados por los
italianos– se dispararon. Banco Popolare y Banco Popolare Emilia Romagna
subieron un 18% y 16%, respectivamente; el portugués BCP se disparó un
11%; Intesa San Paolo, un 10%; los italianos Unicredito, UBI Banca y
Mediobanca, un 8,5%; el alemán Commerzbank, el holandés ING y el francés
Crédit Agricole, entre un 5,5% y un 6%... Entre los bancos españoles,
los que más se revalorizaron fueron el Santander (5,2%) y Banc Sabadell
(4,9%), seguidos de Banco Popular (4,1%) y BBVA y CaixaBank (ambos,
3,1%).
El respaldo a la banca italiana, en un contexto de extrema
debilidad del sector por la dificultad de convivir con los tipos al 0%,
aleja aparentemente la explosión de una crisis bancaria. A falta de
conocer los detalles, el mensaje que caló ayer es que la situación
continúa siendo muy delicada y el BCE y la Comisión Europea serán
flexibles a la hora de seguir sus propias normas o hacerlas cumplir a un
tercero.
En cualquier caso, esta salida sentó ayer muy bien a
los mercados, que también celebraron el dato de creación de empleo de
Estados Unidos en junio conocido a las 2.30 de la tarde. Los 284.000
nuevos puestos de trabajo suponen el dato mensual más alto desde octubre
pasado y superaron ampliamente las expectativas de los analistas, que
habían anticipado 170.000. Las bolsas europeas aprovecharon el dato en
la última parte de la sesión y Wall Street subió alrededor del 1,5% y
está a apenas 200 puntos de su máximo histórico, alcanzado en mayo del
2015.
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