sábado, 16 de julio de 2016

Durao Barroso, Draghi y Goldman Sachs / Primo González *

El sonado fichaje del ex presidente de la Comisión Europea, el portugués Durao Barroso, por el banco estadounidense Goldman Sachs, está levantando un aluvión de críticas, entre las que destacan los dardos envenenados que le están lanzando las autoridades francesas, incluido nada menos que el presidente de la República, Hollande, sin apenas rubor a pesar de estar él mismo estos días sometido a la presión pública tras conocerse el insólito caso de su peluquero, un empleado del Eliseo que percibe casi 10.000 euros al mes por cuidarse en exclusiva del peinado del presidente.

Lo menos que se puede decir de estas peripecias europeas, suscitadas ante la opinión pública cuando todavía no se han disipado los ecos de la salida de los británicos de la Unión Europea, es que castigan de forma directa la imagen y la buena reputación de los organismos comunitarios y de la propia existencia de la UE.

La contratación de Durao Barroso por el banco americano Goldman Sachs, cuando apenas se ha cumplido poco más de año y medio de la salida de Barroso de la presidencia de la Comisión Europea, ofrece una imagen importante y preocupante de fragilidad en las instituciones, ya que Goldman, precisamente, ha sido uno de los partícipes más activos en la crisis financiera de hace ocho años y sobre todo se le recuerda por su papel en el asesoramiento a las autoridades griegas para construir la arquitectura financiera y presupuestaria con la que las autoridades de este país lograron engañar a las autoridades comunitarias en el año 2000 a la hora de analizar los requisitos para su pertenencia a la Unión Europea.

Aquella obra maestra del embuste, descubierta al cabo de los meses, todavía es recordada en Bruselas como una auténtica obra maestra del embuste que quedó sin investigar. El actual presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ocupó altas responsabilidades en Goldman Sachs y fue responsable durante algún tiempo de sus actividades europeas por aquellos años, aunque nunca asumió relación con aquellas prácticas contables de engaño, que abrieron a Grecia la puerta trasera para acceder al y permanecer en el euro. 

Draghi no ha sido el único dirigente de la zona euro que ha tenido responsabilidades o ha desarrollado asesoramiento al banco estadounidense en estos últimos años, aunque sí el más distinguido habida cuenta de las funciones que ahora desempeña al frente de la institución monetaria y supervisora de la Unión Europea.

La confluencia de intereses entre altos cargos de la Unión Monetaria, incluso cuando ya no están en el ejercicio de sus funciones, y entidades privadas, ha sido bastante habitual en los últimos años, como demuestra la casuística. Pero Bruselas, tan escrupulosa a la hora de establecer algunos requisitos de incompatibilidad, tiene un claro vacío en este terreno. Los altos cargos de la Comisión y de otras instancias comunitarias tan sólo tienen año y medio de abstinencia en el ejercicio de funciones en el sector privado que puedan ser objeto de conflicto de intereses. 

Parece un plazo excesivamente exiguo, que permite todo tipo de suspicacias como se está viendo, y que ahora previsiblemente tendrá que ser revisado al alza, para fijarlo en tres o en cinco años. De forma especial tendría que someterse a algún tipo de auditoría o de dictamen la posible contratación de altos funcionarios por empresas privadas con las que hayan tenido especial relación durante el ejercicio de sus funciones oficiales o con los que hayan establecido acuerdos o contratos. Parece una previsión imprescindible.


(*) Periodista y economista


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