Lo que le
faltaba a Matteo Renzi. La solución que el primer ministro italiano
presentó la semana pasada como la salvación de su sector financiero no
convence a los mercados. Tras su fracaso en las elecciones locales, este
desastre viene a sumarle otra losa en su legado de cara a las próximas
generales.
A
diferencia de lo que sucedió con el sector financiero, donde solo
las cajas de ahorros necesitaron ayuda del Estado, en el caso
italiano los afectados son los bancos. UniCredit, que ya reconoció
pérdidas de 14.000 millones de euros y ha despedido a su
presidente, se ha dejado más del 60 % de su capitalización
bursátil en lo que va de año y necesita un nuevo plan estratégico.
La
ayuda aprobada por la Comisión Europea permite al Gobierno italiano
aportar una garantía pública de hasta 150.000 millones de euros,
pero solo durante seis meses, para garantizar la liquidez de los
bancos italianos. Pero como alertan expertos españoles, el
problema de la banca italiana en este momento no es de liquidez,
pues el Banco Central Europeo está aportando toda la que necesita el
sistema, si no la solvencia.
Una solvencia que está herida de
muerte debido a la enorme morosidad. Las autoridades italianas
la cifran en 340.000 millones de euros, 200.000 millones de
créditos en deterioro a los que hay que añadir otros 140.000
millones de muy difícil cobro, los últimos datos del Banco de Pagos
Internacional de Basilea aumentan esta cifra hasta los 360.000
millones.
Las cifras asustan. Como recuerda, Fernando
Fernández de Andrés, experto economista del IE Business School, con
la entrada en vigor del Mecanismo Únicos de Resolución, los primeros
que tienen que asumir los costes del salvamente de la banca en crisis
son los acreedores y accionistas.
Antes de aplicar este
mecanismo, Renzi ha buscado una vía intermedia. Como con esta
carga tan elevada de morosidad los bancos italianos tienen
prácticamente imposible financiarse en los mercados sin
garantías adicionales, el gobierno trasalpino les ofrece 150.000
millones de garantías públicas.
Pero aunque el anuncio
realizado la pasada semana permitió inicialmente una ligera
mejora de su capitalización bursátil, esta ha sido poco más que
flor de un día.
Los mercados quieren sabe cómo resuelve la banca
italiana el problema de los 360.000 millones de créditos morosos.
La forma tradicional de resolverla, como muy bien saben los bancos
españoles que han tenido que realizar sucesivas operaciones de
ampliación de capital, es lograr los 40.000 millones de euros que
los inversores consideran necesarios.
Mientras no se
obtengan esos millones de cobertura para la ingente mora de la
banca italiana, el problema permanecerá sin resolver.
Aunque
Matteo Renzi quiere evitar aplicar ya el Mecanismo Único de Resolución
que supone cargar sobre accionistas y acreedores la resolución
del problema, y aunque le autoricen a hacerlo desde Bruselas, la
solución exige capitalizar la banca.
De una u otra forma
serán los accionistas actuales con pérdidas, o los futuros,
asumiendo el riesgo de unas acciones que no saben donde acabarán,
los que tendrán cargar con el coste de la morosidad actual. Ese era
el espíritu de la reforma del sistema financiero europeo. Las
garantías del Estado italiano autorizadas por Bruselas serán poco
más que pan para hoy y hambre para mañana.
(*) Periodista
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