El Banco de Inglaterra ha optado por bajar los tipos de interés en un
cuarto de punto, hasta el0,25%, desde el 0,50%. En la primera
disminución del tipo básico en siete años y su nuevo nivel es mínimo
histórico. Los ingleses están bastante asustados con la decisión que
tomaron ellos mismos democráticamente hace unas semanas, al optar por
marcharse de la Unión Europea.
Nunca habían entrado en la Unión
Monetaria, por lo que conservan su propia divisa, la libra esterlina, y
su banco central independiente de las instituciones comunitarias. En la
UE reina el BCE, que es el banco central único de la Eurozona y el que
gestiona la política monetaria comunitaria, lo que significa que tiene
plenos poderes a la hora de orientar el rumbo de la divisa europea, el
euro.
La bajada de tipos oficiales en Gran Bretaña tiene una explicación
inmediata, como es de suponer, ya que las consecuencias negativas del
Brexit (la salida de la UE) se dejaron notar de forma abrupta en las
horas siguientes al anuncio del resultado. La economía británica ha
entrado en proceso de caída de la actividad y es preciso tomar medidas
para frenar este descenso. El abaratamiento de los intereses es uno de
ellos. El BCE ya está en tipos cero, pero los británicos se mantenían
por encima.
Ahora han optado por rebajarlos, aunque habrá
previsiblemente más recortes. Lo menos que se puede esperar de la
política monetaria británica en las presentes circunstancias es que no
suponga un castigo para la actividad económica del país manteniendo unas
tasas de interés fuera de toda lógica, es decir, superiores a las de
sus competidores.
La dirección del Banco de Inglaterra está encomendada desde mediados
del año 2013, hace tres años, a un canadiense, situación insólita en el
banco central británico, una venerable institución con varios siglos de
historia y que nunca había tenido a un extranjero en la cúspide de su
organigrama.
Mark Carney ha trabajado bastantes años en Goldman Sachs y
antes de incorporarse a la entidad británica fue durante bastantes años
el número dos y luego el máximo responsable del Banco de Canadá. Su
gestión de la crisis financiera le acreditó en el año 2008 como el mejor
banquero central del mundo, ya que puso en marcha medidas precursoras
de las que más tarde adoptaron otros bancos centrales, aunque con
notable retraso. Gracias a ello, Canadá ha sido una de las economías
mejor blindadas frente a la crisis financiera y económica de estos
últimos años.
Con una batuta tan acreditada, el Banco Central de Gran Bretaña tiene
por delante el mayor reto al que posiblemente se habrá enfrentado en su
historia, tratar de minimizar las consecuencias negativas de la
polémica medida adoptada tras el referéndum, es decir, la salida de la
UE, lo que supone situarse en una posición de probable aislamiento
económico y financiero respecto al resto de la Europa comunitaria.
Quedan dos años para negociar las condiciones de esa salida y
posiblemente las consecuencias negativas no serán para la economía
británica tan catastróficas como se han vaticinado desde muchos medios.
Pero salir de la UE no le saldrá gratis a los ingleses, que se juegan
muchas cosas en este desafío a la Unión Europea. Hay muchas empresas,
sobre todo bancos, que han puesto en Londres el epicentro de sus
decisiones europeas, una situación que ya no será posible en el nuevo
estado de cosas. Los datos de la economía británica que se han ido
conociendo en este primer mes tras la decisión de abandonar la UE no
invitan al optimismo. Lo que haga el Banco de Inglaterra para mermar los
efectos negativos de esta decisión errónea que es abandonar la UE es
mucho y la sabia dirección de Carney lo pondrá de relieve.
(*) Periodista y economista
No hay comentarios:
Publicar un comentario