viernes, 12 de agosto de 2016

¿Qué pasa con la nueva relación turco-rusa? / José Javaloyes *

El nacional-islamismo del presidente Erdogan era al parecer lo único que faltaba para que el ajedrez estratégico volviera activarse no sólo en el Oriente de Europa, por causa del problema ruso-ucraniano desde la anexión de Crimea y la instalación de milicias moscovitas en el costado oriental de Ucrania -que reedita los crónicos ciscos a tres bandas del siglo XVII entre rusos, ucranios, tártaros y polacos -.

También alcanzan las iniciativas del presidente turco a la sangrienta dinámica de la guerra civil siria, que genera alternativas de la más varia condición en las relaciones entre Ankara y Moscú, luego de que fuera derribado un avión ruso en el espacio aéreo turco tras reincidir en lo que había hecho anteriormente otro bombardero de su misma bandera, dentro de las prácticas de las peripecias bélicas derivadas de los servicios que la Federación Rusa aporta a la causa del régimen alauí de los Asad sirios, en su guerra contra los diversos suníes. Mayoritarios en la población siria.

Pero el ir y venir de la diplomacia erdoganí con las danzas putinescas para la restauración del orden geopolítico perdido al desaparecer la URSS, se ha visto enriquecido tras del episodio golpista contra el actual Gobierno de Ankara. Episodio de un eco y consecuencias aparentemente inacabables, por la purga cívico-militar que, además de acumular transversalmente los represaliados por miles en el ámbito nacional turco, proyecta sus efectos sobre la estructura exterior de sus relaciones políticas y militares con el mundo occidental. El rebote, transversalmente también, incluye desde la misma Alemania, receptora de miles y miles de turcos de adopción, hasta la propia Administración norteamericana, a la que exige, sin más, que le entregue a Fetulah Gülen, ex correligionario y aliado, residente en Pensilvania como refugiado político. Al que se acusa de ser el inspirador del golpe.

A todo esto, el desparejamiento alternante de Recip Erdogan, de siempre alineado con Washington y ahora y ahora sintónico con Moscú, parece olvidar que Turquía es miembro de la OTAN, y que la propia OTAN acaba de celebrar en Varsovia una Cumbre para abordar la subida de tensión endémicamente instalada en el entorno oriental de Ucrania, dónde para ahora mismo el Gobierno de Kiev acaba de declarar la “alerta máxima”.

Se dijo meses atrás, antes del fracasado (¿) golpe de Estado, que Turquía traficaba con petróleo supuestamente extraído de Mosul por el EI (Estado Islámico), y se sabe ahora que Ankara ha concluido un acuerdo con Moscú – anteriormente diferido – para el trazado de un gasoducto que lleve el gas ruso hasta el Mediterráneo oriental, como baza para preservar la dependencia centroeuropea de este hidrocarburo. De importancia crítica para la zona.

Ninguna alerta está de sobra.


(*) Periodista español


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