PARÍS.- Aunque las entidades financieras
europeas lograron superar globalmente las recientes pruebas de solvencia
efectuadas por la autoridad bancaria, sus resultados no convencieron a
los mercados, que los castigaron todavía esta semana.
Esta
reacción muestra las inquietudes en torno a un sector que se ha visto
conminado a buscar nuevas fuentes de crecimiento para seguir siendo
rentable, en un momento de tasas de interés bajas y de incertidumbre
sobre la reglamentación.
Muy ilustrativo de la situación, el
índice europeo que agrupa los valores bancarios, el Eurostoxx, ha
perdido un 30,7% desde principios de enero. Sólo en esta semana bajó un
1,8%.
Esto, pese a que los resultados de las pruebas de solvencia
publicados el 29 de julio, que mostraron una mejora de la solidez
financiera de los bancos.
Este examen reactivó las inquietudes de
los mercados "sobre las capacidades de los bancos de aumentar sus
beneficios en un ambiente de crecimiento débil y de tasas bajas (...)
aunque las preocupaciones sobre la rentabilidad sean claramente
distintas de las cuestiones en torno a la solvencia, al menos a corto
plazo", indicó el centro de estudio Oxfords Economics.
De los 51
establecimientos analizados por la Autoridad Bancaria Europea (ABE), 13
mostraron que tienen un ratio de sus fondos propios "duros"
ostensiblemente degradado. Entre los bancos señalados por la autoridad
de ser más lábiles en el caso de una crisis severa, el que tuvo un peor
desempeño fue la Banca Monte dei Paschi di Siena (BMPS) en Italia.
Esta
entidad, el tercer banco más importante de Italia, y el más antiguo,
está señalado de cargar con 24.000 millones de euros (26.600 millones de
dólares) de activos dudosos.
En un intento por calmar las
inquietudes, su consejo de administración acordó ceder créditos dudosos
por un valor de 9.200 millones de euros y proceder a un aumento de
capital por un monto máximo de 5.000 millones de euros.
Este
banco cristaliza en solitario, desde hace meses, los temores de los
inversores de que el sector bancario italiano esté insuficientemente
capitalizado, atomizado en cerca de 700 entidades y lastrado por un
pesado balance de créditos tóxicos, calculados en cerca de 360.000
millones de euros.
Aunque
"en gran medida la inquietud es irracional", el caso italiano ilustró
que el sector bancario europeo está "lejos de tener bancos sanos y con
balances extremadamente buenos" y los inversores se preocupan por su
estado real, comentó Christopher Dembik, director de
investigaciones económicas de Saxo Bank.
Según el economista,
además del caso de Italia, hay dudas sobre el sector bancario alemán,
que presenta "problemas de riesgo sistémico mucho más alto".
El mayor banco del país, Deutsche Bank, debilitado por miles de litigios jurídicos y en plena etapa de
reestructuración, registró una caída de su beneficio en el segundo
trimestre del 98%. En las pruebas, su desempeño tampoco fue percibido
con alivio.
En tanto, Commerzbank, el segundo banco alemán, avivó el martes la incertidumbre al advertir
de que es esperable una caída de su beneficio en 2016.
Al igual
que otros conglomerados europeos, el grupo sufre con el bajo nivel que
ostentan las tasas de interés, que afecta sus márgenes de los
establecimiento, especialmente los de la banca minorista. Frente a esta
coyuntura, las entidades comenzaron a desplegar un arsenal para poder
mantener su rentabilidad.
La primer remedio de choque ha sido el
plan de reducción de efectivos y de infraestructura. Desde el año
pasado, la mayor parte de los grandes grupos europeos probaron esta
estrategia, aprovechando además la oportunidad de pasar al ámbito
digital.
Otra solución, que ha sido especialmente beneficiosa
en Francia, es la diversificación de productos, ofreciendo arriendo de
larga duración vehículos, gestión de cuentas por cobrar y seguros.
Además,
el sector bancario europeo está lastrado por una "fuerte incertidumbre
reglamentaria", explicó Damien Leurent, responsable del área de
la industria financiera en la consultora Deloitte.
A mediados de
julio, los ministros de Finanzas de la UE subieron a la palestra para
pedir al comité de Basilea, que dicta las reglas, que no impongan en el
futuro un alza demasiado grande de las exigencias de fondos propios que
podrían mermar aún más la rentabilidad de los bancos.
Dembik
apuntó que esto se suma a la ausencia de una comunicación "franca" del
Banco Central Europeo (BCE) sobre el impacto real de las tasas de
interés negativas sobre los bancos, lo que contribuiría a aliviar a los
inversores a medio plazo.
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