ANKARA.- Turquía admitió por primera vez este lunes que pudo haber "errores"
en la purga masiva realizada después del fallido golpe de Estado y
expresó su descontento con Alemania, que vetó un mensaje del presidente
turco durante una manifestación de simpatizantes suyos la víspera, en
Colonia. Haciendo gala de un notable cambio de tono por parte de Ankara,
dos altos responsables admitieron que la purga lanzada después de la
intentona golpista del 15 de julio, muy criticada en el extranjero, pudo
dar lugar a "errores".
"Si hubo errores, los corregiremos", dijo el viceprimer ministro,
Numan Kurtulmus, mientras que la "gran limpieza" de simpatizantes del
predicador exiliado en Estados Unidos, Fethullah Gülen, a quien Ankara
acusa de haber organizado el golpe, ha afectado principalmente al
ejército, la justicia, la educación y la prensa. Los "ciudadanos que no
tengan filiación con ellos (los simpatizantes del predicador Fethullah
Gülen) tienen que tranquilizarse" porque "no se les hará ningún mal",
añadió Kurtulmus en una rueda de prensa.
Pero los que estén vinculados con el imán, exiliado en Estados
Unidos, "tienen que tener miedo. Pagarán el precio", reiteró el
viceprimer ministro, en relación a los simpatizantes de Gülen, cuya
extradición pide Ankara a Washington. Unas 10.000 personas están siendo
investigadas o están detenidas provisionalmente, incluidos periodistas.
Más de 50.000 turcos han sido despedidos de sus puestos de trabajo.
El primer ministro turco, Binali Yildirim, también dijo que existía
la posibilidad de que entre las miles de personas víctimas de esta caza
de brujas también se hubieran cometido abusos contra algunas. "Se está
aplicando un trabajo riguroso sobre los que han sido destituidos",
indicó el primer ministro, citado por la agencia progubernamental
Anadolu.
"Hay algunos de ellos que fueron víctimas de procesos
injustos", admitió, adoptando también un tono más conciliador, poco
habitual desde que se produjera el golpe fallido que hizo tambalear el
poder del presidente Recep Tayyip Erdogan. La purga suscitó las críticas
de Washington, capitales europeas, de numerosas organizaciones de
defensa de los derechos humanos y de la prensa.
El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier,
denunció que las purgas eran "desmesuradas" y que "no se podían callar"
ante ello. Por su parte, el jefe de gobierno italiano, Matteo Renzi,
declaró que "un país que encarcela a sus propios profesores y a sus
propios periodistas, encarcela (su) futuro". En respuesta, Erdogan
aconsejó a los dirigentes occidentales que "se metieran en sus asuntos".
En otro signo de firmeza, Turquía convocó al encargado de negocios de
la embajada alemana en Ankara después de que, la víspera, se prohibiera
la difusión de un mensaje de Erdogan por videoconferencia durante una
manifestación en Colonia (norte de Alemania), en la que miles de
personas mostraron su rechazo al golpe de Estado fallido. La Corte
Constitucional alemana vetó a Erdogan por miedo a que el mensaje
aumentara todavía más las tensiones dentro de la diáspora turca en
Alemania, la más importante en el mundo.
Destacando que una convocatoria así no tiene "nada de excepcional",
Berlín explicó que "en las relaciones entre Estados es algo cotidiano".
No obstante, este episodio de Colonia se suma a la lista de diferencias
en las relaciones germano-turcas. Además, el general estadounidense
Joseph Dunford, jefe de estado mayor interarmas, que se encuentra en
Ankara, debía entrevistarse con el jefe de estado mayor turco, el
general Hulusi Akar, y con Binali Yildirim.
Las relaciones entre ambos países, claves en la estructura militar de
la OTAN, atraviesan un mal momento desde que Ankara solicitara la
extradición de Gülen, exiliado en Pensilvania. Después de las reuniones
en Ankara, el general Dunford tenía previsto viajar a la base de
Incirlik (sur de Turquía), desde donde despegan los aviones
estadounidenses que bombardean posiciones del grupo yihadista Estado
Islámico (EI) en Siria e Irak.
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