viernes, 2 de septiembre de 2016

Las críticas relaciones OTAN-Rusia / Alberto Piris *

Ahora que las relaciones entre Rusia y la OTAN están pasando por uno de sus puntos más bajos, es útil recordar el segundo incidente más grave (tras la crisis de los misiles cubanos de 1962) ocurrido durante la Guerra Fría entre las dos superpotencias nucleares, que puso a la Humanidad al borde de la guerra y de la “destrucción mutua asegurada”.

Se trató de unas grandes maniobras de la OTAN, denominadas Able Archer, que tuvieron lugar en noviembre de 1983. Simulaban un ataque aeroterrestre con apoyo nuclear contra el Pacto de Varsovia y generaron una auténtica sensación de amenaza de guerra en los dirigentes de la URSS. No hace mucho salió a la luz un documento secreto (The Soviet ‘War Scare’) de más de un centenar de páginas mecanografiadas, recientemente desclasificado y fechado en febrero de 1990, que fue preparado por el Comité asesor de inteligencia exterior de la Presidencia de EE.UU. para investigar a fondo lo ocurrido y extraer las necesarias lecciones que evitaran la reproducción de tan criticas situaciones.

En él se revelan los serios errores de interpretación de las acciones del bando contrario, producto de fallos acumulados en los canales de inteligencia estadounidenses. En la contraportada incluye una cita de Gorbachov: “En las décadas de la posguerra quizá nunca fue tan explosiva la situación del mundo, más difícil y desfavorable, que en la primera mitad de los años ochenta (febrero 1986)”.

En el resumen del informe se lee: “En 1983 pudimos haber puesto inadvertidamente nuestras relaciones con la Unión Soviética al mismo borde de la guerra. Aunque el actual [se refiere a 1990] deshielo en nuestras relaciones hace pensar que no es probable que ninguna de ambas partes intente desencadenarla a corto plazo, los acontecimientos evolucionan tan deprisa que sería insensato no asumir que los dirigentes soviéticos, a causa de un malentendido o por malevolencia, actúen en el futuro de modo que se ponga en peligro la paz”.

Las citadas maniobras se desarrollaron durante una época de agravamiento de las tensiones entre ambas potencias, con significativos incidentes diplomáticos y aeronavales. Además, lo que para la URSS no era sino un obligado refuerzo de sus capacidades militares ante el intenso temor a una agresión nuclear de EE.UU., que parecía inevitable y de la que Able Archer era considerado el primer paso, para los servicios de inteligencia de EE.UU. los movimientos de la URSS eran valorados como la preparación para una guerra inminente y no se relacionaron con el temor causado en Moscú por las maniobras de la OTAN.

Entre esos movimientos estaban un mayor grado de alerta de los submarinos nucleares, la llamada a los reservistas, la abolición de las prórrogas del servicio militar y la supresión del apoyo que las tropas soviéticas solían prestar en la recogida de las cosechas.

La valoración de la inferioridad soviética en potencial militar se efectuaba entonces en la URSS mediante un complejo sistema semiautomático de comparación de datos diversos (que fue inmediatamente desechado tras la crisis), que aconsejaba el ataque nuclear preventivo cuando la inferioridad se hacía crítica por debajo de un cierto umbral.

Ya no existen “dirigentes soviéticos” que puedan sentirse aludidos por el resumen del informe, pero muchos de los fallos percibidos en la crisis de Able Archer son hoy visibles en la confrontación OTAN-Rusia. Según un analista de la European Leadership Network obedecen a “falta de empatía y de autovaloración crítica”. Considera que es casi imposible, en ambos bandos, adoptar el punto de vista del rival para entender mejor sus reacciones y revisar y valorar continuamente los métodos de interpretación de los acontecimientos, no dándolos nunca por definitivos.

La empatía no implica simpatía y la fría valoración de los hechos, libre de fines propagandísticos, facilita la toma de decisiones importantes de un modo más ajustado a la realidad. Sin embargo, en 2016, como ocurrió en 1983, las acusaciones recíprocas entre Rusia y la OTAN sobre las violaciones de la legislación internacional y el temor a ser acusados de blandos o apaciguadores lleva a los dirigentes de ambas partes a adoptar políticas que a menudo exacerban los enfrentamientos en vez de esforzarse por encontrar puntos de acuerdo y entendimiento.

Del informe se deduce la necesidad de efectuar rigurosos análisis de las decisiones tomadas en el pasado, como ha ocurrido en el Reino Unido con el “informe Chilcot” sobre la intervención militar británica en Irak en 2003. Los servicios de inteligencia de los Estados no pueden ser tenidos por infalibles y sus métodos han de ser continuamente puestos en tela de juicio. Las críticas decisiones que adoptan los Gobiernos en los momentos de tensión internacional se basan en sus informes.

En lo que a los europeos nos afecta, la inestable situación de las relaciones entre Rusia y la OTAN no deja mucho margen para los errores. Hay que insistir en la necesidad de entender el punto de vista del rival y de corregir los errores de interpretación de los acontecimientos; con esto no se pondrá fin a la actual confrontación pero se alejará el riesgo de un error de irremediables consecuencias.


(*)  General de Artillería en la Reserva y Diplomado de Estado Mayor español


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