martes, 11 de octubre de 2016

Gangrena bancaria europea / Primo González *

Por una vez, Europa tiene un problema y Alemania lo tiene en grado superlativo. No es habitual que la mayor economía de la Unión Europea se encuentre en el epicentro de uno de los embrollos más serios que ahora mismo tiene planteados Europa, la situación del sector bancario. 

A medida que han pasado los meses, los signos se han vuelto más inquietantes cada vez y al menos tres países (Alemania, Italia y Portugal, sin olvidar a Grecia) amenazan con ser protagonistas de un quebranto al que las autoridades comunitarias no podrán mantenerse ajenas, es decir, un problema auténticamente europeo, colectivo, que está implicando además a los propios Gobiernos, que multiplican sus gestiones en diversos ámbitos para cerrar la hemorragia.

El caso de mayor envergadura es el de Deutsche Bank, primer banco de Alemania, que a sus numerosos problemas de rentabilidad y eficiencia ha unido hace pocas semanas la tremenda multa que le intentan imponer las autoridades estadounidenses por sus malas prácticas financieras en aquel país. El importe de la multa ronda los 14.000 millones de dólares, todo un mazazo a la cuenta de resultados del banco germano, que se vería arrojado al pelotón de las entidades con riesgo de quiebra, que en Europa empiezan a contarse con los dedos de las dos manos. 

Tamaña multa ha movilizado al mismo Gobierno alemán, que se está convirtiendo en el embajador volante y abogado defensor de la causa de la mayor entidad financiera del país, lo mismo que meses atrás se vió obligado a terciar en favor de la alemana Volkswagen, símbolo de la industria germana.

De forma que el Gobierno de la señora Merkel se enfrenta a dos `problemas que minan indudablemente la imagen de marca de la economía alemana, cuya solidez suele ser puesta como ejemplo universal. Y no sólo el Gobierno germano. Parece que las autoridades supervisoras del Banco Central Europeo (BCE) han tenido que usar todo tipo de maquillajes para salvar a Deutsche Bank de una humillante mala nota en el reciente test de estrés, que los bancos europeos superaron con buena nota general. Si Deutsche Bank hubiera sido el galardonado con el único suspenso habría sido un auténtico escándalo que habría puesto en marcha los mecanismos de crisis a escala europea.

El hecho de que los reguladores europeos hayan mostrado con el banco alemán todo tipo de indulgencias para excluirle de la lista de los bancos enfermos y con problemas es una excepción que crea malos precedentes para el futuro. A estas alturas, la credibilidad de los test europeos de los bancos son papel mojado. Y eso que el mecanismo examinador no ha hecho más que empezar.

La gangrena bancaria europea tiene nombres propios en Alemania, y nada menos que en los dos bancos de mayor fuste (Deutsche y Commerzbank, aunque este en menor cuantía, por las cifras que han traslucido hasta ahora, con varios miles de empleados empujados al desempleo), pero Italia no le va a la zaga, con la crisis de difícil superación del Monte dei Paschi di Siena y lo de Portugal, aunque de dimensión mucho más modesta, también reclama socorros financieros.

Todo parece orientado, tal y como pintan las cosas, hacia un plan de rescate colectivo en el que los Gobiernos y la Unión Europea en conjunto tendrán que poner manos a la obra cuanto antes y aflojarse el bolsillo para poner una buena cantidad de millones sobre la mesa.


(*) Periodista y economista español


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