BRUSELAS.- Las entidades federadas
de Bélgica interrumpieron el martes por la noche sus discusiones a falta
de acuerdo unánime sobre el acuerdo de libre comercio entre la UE y
Canadá, pero se citaron el miércoles temprano, indicó el ministro de
Relaciones exteriores belga.
Las discusiones se
reanudarán el miércoles a las 08:00 (06:00 GMT), precisó Didier Reynders
a periodistas presentes a la salida del lugar donde se celebraba la
reunión en Bruselas.
Sostuvieron durante seis horas una
reunión que reunía el gobierno federal, las regiones y las comunidades
de Bélgica, en presencia de responsables europeos.
"No
hablo de avances ni de que estemos paralizados. Sentimos que comenzamos a
ser escuchados, pero seguimos negociando", dijo el jefe de gobierno
valón, el socialista Paul Magnette al salir de la reunión en la noche.
La
región belga de Valonia, cuya oposición al acuerdo comercial entre la
UE y Canadá (CETA) impide su aprobación, había advertido el martes que
rompería las negociaciones si se le imponía un nuevo ultimátum, a dos
días de la cumbre prevista en Bruselas para la firma oficial del
tratado.
"Ya recibimos tres ultimátums (...) Si hay un
cuarto ultimátum, pondremos fin a las negociaciones. No nos pueden
obligar a ceder bajo presión", había asegurado antes Magnette, a su
llegada a la reunión.
Tras siete años de negociaciones,
la Unión Europea y Canadá tenían previsto firmar el jueves durante una
cumbre en Bruselas este tratado comercial que crearía una zona de libre
comercio de unos 550 millones de personas, si bien la perspectiva de un
aplazamiento empieza a ganar fuerza en el bloque.
El
principal escollo para la firma es la oposición valona a un tribunal de
arbitraje, previsto en el acuerdo para solucionar los conflictos entre
las multinacionales y los Estados.
Las multinacionales
que inviertan en un país extranjero tendrán la posibilidad de demandarlo
si adopta una política contraria a sus intereses.
"No
queremos un arbitraje privado, ni ahora ni más tarde", reiteró Magnette,
para quien las jurisdicciones públicas deberían ser las encargadas de
solucionar los eventuales conflictos, ya que "defienden el interés
público, el medio ambiente, la seguridad social y los sectores
públicos".
En virtud del denominado "acuerdo mixto", la
UE necesita el visto bueno de todos los países del bloque. Y Bélgica, un
Estado federal, necesita a su vez la aprobación de todas sus entidades,
tanto federales como regionales.
Para intentar
desbloquear la aprobación por parte de Bélgica, los contactos entre
belgas y responsables europeos se sucedieron a lo largo del día, con una
reunión de las diferentes entidades belgas durante la tarde a propuesta
del ministro belga de Relaciones Exteriores, Didier Reynders.
Los
diferentes responsables regionales belgas estudiaron durante la reunión
los "textos consolidados", fruto de un trabajo de los valones pero
también de la Comisión Europea.
Tras
anunciar el viernes el fracaso de las negociaciones directas con los
valones, Canadá dejó claro que "la pelota está el tejado de los
europeos".
Por su parte, el ejecutivo comunitario pide
"paciencia", ya que "Bélgica está todavía fijando su posición", indicó
un portavoz de la Comisión.
El presidente del Consejo
Europeo, Donald Tusk, estimó el lunes que es "todavía posible" la
celebración de la cumbre el jueves en Bruselas con la presencia del
primer ministro canadiense Justin Trudeau, pero a medida que pasan las
horas se oyen cada más voces que abogan por un aplazamiento.
"No
creo que lleguemos a una solución esta semana. Me parece muy, pero que
muy difícil", dijo el presidente de la Eurocámara, el socialdemócrata
Martin Schulz, en declaraciones a una radio alemana.
Para
el influyente europarlamentario liberal Guy Verhofstadt, la firma
podría tener lugar en "diciembre", tras una eventual aprobación del
acuerdo un mes antes por parte de los países europeos.
"El CETA no está muerto", subrayó este fino conocedor de la política de Bélgica, donde ejerció como primer ministro.
La
imposibilidad para la UE de firmar el acuerdo comercial con Canadá,
negociado durante siete años, abriría una nueva crisis en un bloque
europeo debilitado desde el crash financiero de 2008 y afectaría a su
credibilidad internacional.
Los partidarios del acuerdo,
que prevé la supresión de la casi totalidad de los derechos de aduana,
defienden sus beneficios para el crecimiento económico y la creación de
empleo.
El 'no' de Bélgica siembra también dudas sobre el
futuro de otros acuerdos comerciales negociados con Estados Unidos
(TTIP), Japón o con los países del Mercosur, así como sobre la capacidad
de los europeos de negociar con Reino Unido su salida del bloque.
En
Bélgica, el rechazo de Valonia, una región de 3,6 millones de
habitantes con una industria perjudicada por los efectos de la
globalización, tensa aún más sus relaciones con sus vecinos de la región
flamenca de Flandes, más rica y partidaria del CETA.
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