WASHINGTON.- Los países de América
Latina están "lejos" de una integración económica cabal, un motor
malgastado para acelerar el crecimiento, estimó el economista jefe del
Fondo Monetario Internacional para la región, Alejandro Werner.
La región de exportadores de
materias primas vive un cambio de paradigmas: Argentina y Brasil, dos
grandes economías sudamericanas en dificultades bailan en sintonía
política y económica, enfatizando el libre mercado y el pragmatismo.
La
Alianza del Pacífico, considerada como la sexta economía del mundo, se
erige en el referente de integración tras lograr liberalizar en cinco
años el 92% del comercio entre sus cuatro países miembros Perú, México,
Chile y Colombia.
Pero
América Latina, considerada la región más desigual del planeta es
también de las menos integradas comercialmente, atascada aún por la
burocracia en los cruces fronterizos y la relativa facilidad de enviar
las exportaciones a Estados Unidos y no a los países vecinos.
¿A qué distancia está entonces de una integración económica robusta?
"Está
lejos", apunta Werner, recordando que la región es un retazo de bloques
disímiles - Mercosur, Alianza del Pacífico, Alianza Bolivariana-, con
economías muy abiertas y otras muy cerradas con aranceles altos y marcos
regulatorios complejos.
"La región ha seguido diferentes
trayectorias" y "comercia entre ella mucho menos de lo que comercian
entre ellas otras regiones del mundo", estima Werner.
Incluso en la Alianza del Pacífico el comercio interno hoy apenas llega al 4%.
Con
un crecimiento desacelerado (el FMI prevé una contracción de 0,6% este
año) por la caída de los precios de materias primas, y tras gozar una
década del auge de la demanda mundial, la región puede aprovechar una
mayor integración para impulsar su actividad económica.
"Un
movimiento importante para incrementar el comercio intrarregional es
uno de los motores que la región puede explotar en los próximos años
para acelerar el crecimiento económico", apunta el directivo del Fondo,
que esta semana realizó su reunión anual de otoño boreal en Washington.
Según
Werner, con la "palanca" de integración comercial y de integración
financiera, si se trabaja "de manera importante en esto" en los próximos
cinco años la región puede "lograr un impulso considerable del
crecimiento económico".
Pero
una integración toma tiempo, especialmente si se se considera el bajo
desarrollo del transporte y las conexiones en América Latina: "Como toda
reforma estructural los efectos son graduales", señala el experto.
"Uno
será el efecto directo de ampliar mercados, de generar más escala para
las empresas locales, y luego vamos a ver efectos indirectos de generar
competencia, más innovación, generar marcos regulatorios más eficientes
por la competencia entre países", dice Werner.
El
directivo del Fondo va más allá y plantea un escenario de integración
diplomática que le daría a Latinoamérica "más peso" en el diálogo
internacional.
Esas direcciones son desafiadas en la
actualidad por las corrientes contrarias a la globalización y el libre
mercado, en boga por la candidatura presidencial de Donald Trump en
Estados Unidos y el Brexit, pero también cultivadas por el
proteccionismo de los gobiernos suramericanos de izquierda de la última
década.
Sin embargo, en el nuevo paradigma económico
latinoamericano, Werner visualiza que existe convergencia entre
liberalización comercial y las demandas sociales.
"Creo
se está dando una convergencia en la visión de marcos de políticas hacia
marcos de políticas que respetan los equilibrios macroeconómicos, que
tratan de liberalizar las economías, pero por otro lado ponen un peso
muy importante en el diseño de sus políticas en el crecimiento
incluyente, las políticas sociales, la distribución del ingreso y el
combate a la pobreza".
"Ese marco cada vez lo vemos más aplicado en la región", zanja.
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