BRUSELAS.- Desconocido hace apenas dos semanas y convertido de pronto
en una figura internacional de la lucha contra la globalización, el
ministro-presidente de la Valonia belga, Paul Magnette, se ha erigido
como último bastión contra el acuerdo de libre comercio entre la Unión
Europea y Canadá, el llamado CETA.
Bélgica ha consensuado 'in extremis'
una posición común que ahora deberán validar el resto de países de la
UE, los parlamentos regionales belgas y, finalmente, Canadá. Será
demasiado tarde para que el tratado pueda firmarse hoy, como estaba
previsto, a causa del bloque propiciado por Magnette, porque estaba en
juego "el mundo en el que queremos vivir", como declaró este europeísta
convencido y con menos de diez años de vida política que, en
representación de 3,5 millones de personas, bloqueaba un acuerdo que
afecta a unos 545 millones de europeos y canadienses.
Sus detractores dicen que obstaculizaba el acuerdo para
contener el empuje del Partido del Trabajo de Bélgica y extender una
cortina de humo ante la decisión de la multinacional estadounidense
Caterpillar de cerrar su planta de Gosselies, donde trabajaban 2.200
personas. Pero en su entorno recuerdan que Magnette (Lovaina, 1971)
lleva pronunciándose contra el CETA desde hace más de un año y que no
tiene ninguna cita electoral en la agenda hasta el otoño de 2018.
Por uno y otro motivo, el ministro-presidente de la región
de Valonia se ha convertido en la personalidad política del momento en
Bélgica, si no en toda Europa.
Admirador de Tocqueville y de Gramsci
El amor por la política le viene de lejos a este antiguo
'boy-scout' e hijo de una abogada y un médico que simpatizaban con el
Mayo del 68 francés, que se licenció en Políticas por la Universidad
Libre de Bruselas y cursó estudios en Cambridge y Science Po. Consagró
su tesis doctoral a la construcción europea y en 1999 inició una carrera
docente internacional.
Admirador de Tocqueville y del fundador del Partido
Comunista italiano, Antonio Gramsci, saltó a la política activa en 2007
de la mano del líder socialista valón, Elio di Rupo, que después sería
primer ministro de Bélgica (2011-2014) y que le encargó aplacar los
escándalos de corrupción que salpicaban entonces a los socialistas en la
ciudad valona de Charleroi.
Después fue ministro regional de Sanidad (2007), hasta que
asumió la cartera federal de Medioambiente (2007-2011), de Empresas
Públicas (2011-2013) y la presidencia del Partido Socialista francófono
(2013-2014).
Bien parecido, carismático, padre de cuatro hijos de dos
parejas distintas y competente en francés, inglés, flamenco e italiano,
Magnette se convirtió en julio de 2014 en el líder del Gobierno de la
mitad sur de Bélgica. Desde esa tribuna ha atizado al CETA, pues no
aceptaba, entre otros puntos, que el acuerdo contemplase un sistema de
arbitraje internacional para los conflictos entre inversores y Estados.
"Aislarse respecto a los propios ciudadanos en una época en la que la
democracia está en una crisis tan profunda es tan grave como aislarse
diplomáticamente", dijo el hábil orador en su discurso ante el
Parlamento valón. Magnette, al que Di Rupo define como "un auténtico
socialista", siempre ha insistido en que no quería tumbar el tratado,
sino hacerlo más garantista para los ciudadanos.
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