CASABLANCA.- "Cada gota es oro. Casi
hay que medirla por quilates", afirman en Tafoughalt, una pequeña aldea
en el este de Marruecos, donde una asociación utiliza un sistema de
bombeo con energía solar para alentar a la población a volver a sus
tierras.
Perdido en las montañas en tierra bereber, a
unos 40 kilómetros del litoral mediterráneo, Tafoughalt vive
esencialmente de una pequeña agricultura de subsistencia y de sus
cultivos en terrazas.
Los pocos turistas que llegan hasta
allí pueden visitar la Gruta de las palomas, un lugar arqueológico
descubierto al comienzo del siglo XX. Pero lo que más abundan son
cuervos.
"Aquí,
los campesinos trabajan en pequeñas explotaciones que apenas les da
para alimentar a sus familias", explica Najib Bachiri, presidente de la
asociación local Hombre y medio ambiente.
La situación es
siempre la misma: aislamiento, éxodo rural, campos abandonados, erosión
de las tierras... y por supuesto dificultades de acceso al agua,
explica Bachiri.
"Para sus campos, a falta de red
eléctrica, los agricultores contaban con el agua de lluvia o el bombeo
de la capa freática, con generadores alimentados con gasóleo".
Con la sequía y el cambio climático, la lluvia hace aparición de forma aleatoria.
En
cuanto al carburante para los generadores, podía conseguirse en toda la
región a un precio módico debido al contrabando con la vecina Argelia.
Pero
como desde el verano de 2013 las autoridades argelinas y las marroquíes
han endurecido la vigilancia de las fronteras, el negocio del
carburante se ha desplomado y el precio se ha multiplicado por tres,
pasando de 10 euros el bidón de 30 litros a 30 euros.
Para colmo de males, el gobierno marroquí decidió interrumpir la subvención del gasóleo.
"Los
pequeños agricultores de aquí no han podido sobrevivir", cuenta
Bachiri, "lo que ha agravado la crisis agrícola en estas aldeas aisladas
y fomentado el éxodo".
¿Cómo luchar contra este
fenómeno? ¡Gracias "al bombeo" de energía solar!, responde Bachiri, cuya
asociación obra por fomentar la vuelta de la población a la tierra.
Con
el apoyo de los donantes de fondos internacionales y locales, Hombre y
medio ambiente instaló dos sistemas de bombeo de energía solar en las
montañas de Tafoughalt.
Dos hileras de placas solares
negras, de dos metros de ancho por 10 de largo, están conectadas a un
generador solar que alimenta la bomba que extrae el agua del subsuelo.
El
principio es sencillo: un material de fácil mantenimiento y de larga
duración. Y el sol como fuente de energía estable, fiable, limpia,
inagotable y sin repercusiones para la salud.
"¡La
energía solar es mucho mejor!", afirma Mahta Allal, un campesino de 60
años. "Aunque el bombeo es más débil en invierno o cuando el cielo está
nuboso", añade.
Sidiq, guardián del pozo desde hace 17
años, está encargado de repartir el agua: "Antes había que traer el
carburante de muy lejos hasta aquí. Era muy cansado, con ruido, humo,
problemas mecánicos. Ahora es mucho mejor con energía solar limpia".
Con
un sistema rotativo, el precio de la hora de irrigación era de 50
dirhams (5 euros), y ahora es de 12,5 dirhams (1,25 euros), "¡cuatro
veces menos!", subraya Sidiq.
"Aunque no tengamos mucho terreno, por lo menos garantiza la cosecha para comer", destaca.
"Hoy,
450 agricultores se benefician de dos bombas solares que hemos
instalado, sobre una superficie de 100 hectáreas", afirma Bachiri.
"Algunos campesinos regresaron de la ciudad para volver a trabajar la tierra, es buena señal", insiste.
La energía solar no basta para resolver todos los problemas.
"Por
eso hemos instalado estanques para recoger agua pluvial y también
trabajamos para instalar la técnica del gota a gota con el fin de
racionalizar el uso del agua", precisa Rachidi.
"Somos muy conscientes de la necesidad de preservar la capa freática", declara.
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