PEKÍN.- China, segundo socio comercial de Estados Unidos, está amenazada por
las medidas proteccionistas anunciadas por Donald Trump, que avivan el
espectro de una guerra aduanera; sin embargo, el gigante oriental podría
aprovechar la situación para reajustar su política comercial en Asia.
El multimillonario vencedor de la elección presidencial
estadounidense multiplicó durante su campaña las diatribas contra China y
su política comercial, y prometió imponer prohibitivos derechos de
aduana del 45% a las importaciones del gigante asiático.
"Habrá una extraordinaria presión sobre nuestras exportaciones, y la
recuperación china se va a ralentizar aún más", se inquieta Liao Qun,
economista de Citic Bank International.
Derechos de aduana del 45% -en contraposición al 4,2% actual-
tendrían "consecuencias insondables", advertía recientemente desde la
sociedad de corretaje Daiwa Capital Markets.
Esto generaría, según esta sociedad, un derrumbe del 87% de las
exportaciones chinas hacia Estados Unidos -equivalente a 420.000
millones de dólares-, lo que, con sus repercusiones indirectas,
amputaría el PIB chino en un 4,82% a medio plazo.
Sería un duro golpe para la ya frágil segunda economía mundial.
Varios expertos se muestran muy circunspectos ante semejante escenario
catastrófico.
Estas amenazas, que van además contra las normas de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), serían difíciles de concretar. "Trump no
tiene autoridad para decidir sólo y sufrirá una inmensa presión de los
parlamentarios, tanto republicanos como demócratas", indica
Christopher Balding, profesor de la Universidad de Pekín.
China, ahora en pleno reajuste económico, "es cada vez menos
dependiente de sus exportaciones".
"Si su superávit comercial [con
Estados Unidos] cae un 25%, la pérdida inmediata sufrida representaría
el 0,6% de su PIB", un impacto "significativo" pero controlable, añade
Raymond Yeung, analista del banco australiano ANZ.
Además, insiste, "la más pequeña represalia por parte de China haría mucho más daño a los propios Estados Unidos".
De hecho, China podría suspender sus pedidos de aviones a Boeing, o
sus importaciones de soja y de iPhones, afectando a algunas de las joyas
de la industria estadounidense, que efectúa gran parte de sus ventas en
China, anticipaban ya en septiembre los expertos del Peterson Institute
for International Economics.
Según ellos, como China y México representan un 25% de los
intercambios estadounidenses de bienes y servicios, una "guerra aduanera
total" con estos dos países amenazaría a "casi 4,8 millones de empleos
del sector privado" en Estados Unidos hasta 2019.
Es verdad que Trump podría, como ya ha prometido, acusar formalmente al régimen comunista de manipular su divisa.
"Pero ello no tendría más consecuencia que la de provocar más
negociaciones entre el Tesoro estadounidense y Pekín", insiste Mark
Williams, del gabinete Capital Economics, que no cree en ningún tipo de
medidas punitivas.
Es verdad que China interviene masivamente en el mercado de cambios
para apoyar la cotización del yuan y preservar su estabilidad, pero "ya
no para forjarse una ventaja [comercial] con una divisa barata; ahí
Trump se equivoca totalmente", afirma Balding.
Al final, el aislacionismo defendido por Trump podría incluso servir a los intereses chinos.
Así, el futuro presidente dice estar claramente en contra del Acuerdo
de Asociación Transpacífico (TPP), suscrito en 2015 por Estados Unidos y
once países de la región Asia-Pacífico, salvo China, aún pendiente de
ratificar.
Y si "Estados Unidos está menos presente en Asia, Pekín tendrá la
oportunidad de remodelar a su manera la integración económica y política
regional", destaca Mark Williams.
Sobre todo teniendo en cuenta que China pretende acelerar su propio
proyecto respecto a la zona de libre comercio Asia-Pacífico, con el
objetivo de congregar a los 21 miembros de la APEC, recordó este jueves
Li Baodong, viceministro chino de Exteriores.
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