La demonización de Donald Trump, el nuevo presidente estadounidense,
empieza a acumular matices. Mario Draghi ha lanzado a su segundo de
abordo, el portugués Constancio, a una batalla dialéctica contra algunas
de las políticas que Alemania había consagrado durante su largo y
prolongado mandato -que todavía dura- al frente de la Eurozona. La zona
euro necesita un cambio de rumbo en el manejo de la economía, incluso
antes de que las políticas de ajuste lleguen a la victoria final. Ahora
se empieza a ver la necesidad de estimular el gasto, de lanzar una
ofensiva de política fiscal expansiva en sustitución de una política
monetaria expansiva, que no ha sido capaz de resolver el problema del
débil crecimiento.
La proclama en favor del cambio se produce justamente cuando el nuevo
presidente estadounidense ha proclamado la necesidad de apostar por las
infraestructuras como balón de oxígeno, o si se quiere como punta de
lanza, para una etapa de brillante crecimiento en Estados Unidos. No han
dicho los nuevos mandatarios estadounidenses cómo se puede conjugar esa
política expansiva en materia de infraestructuras con un
posicionamiento severo en cuestión de mano de obra inmigrante, ya que la
expansión del asfalto requiere sus esfuerzos en mano de obra, que no
siempre está disponible en una sociedad confortable y acomodada como es
la americana. Nadie dirá que las políticas económicas no son presas de
contradicciones y este es un caso más que confirma la regla.
Pero admitido el borrón, la predisposición del equipo republicano que
gobernará desde la Casa Blanca durante los cuatro años venideros a
multiplicar las obras públicas y el gasto constituye una prometedora
aventura que permitirá impulsar el crecimiento económico del país a
condición de que la vanguardia tecnológica que sigue dominando la
economía mundial desde su sede en California y en algunos otros centros
de innovación de Estados Unidos se mantenga en plena actividad. Porque
otra de las aparentes contradicciones del momento que viven la economía y
la política de Estados Unidos es la escasa conexión entre el nuevo
poder político y los grupos del poder tecnológico.
En todo caso, a Europa se le han encendido las alarmas. Y eso a pesar
de que el famoso Plan Juncker es un precedente de la ofensiva en
inversiones públicas que parece preparar el nuevo presidente
estadounidense. Pero el famoso plan de inversiones intracomunitarias del
presidente de la Comisión Europea languidece mientras los titulares de
Economía de los países de la zona euro siguen dándole vueltas al
interminable debate sobre los límites del gasto, del déficit público y
de la austeridad.
En vez de mirar a Trump como un reaccionario que llega para encabezar
una nueva revolución conservadora y proteccionista quizás deberíamos
analizar con algún detalle los planteamientos que parece dispuesto a
poner en marcha para dinamizar, en otra dirección novedosa, la economía
de su país, lo que tendrá indudables consecuencias sobre la economía
global, quizás algunas menos perjudiciales de lo que se está señalando.
(*) Periodista y economista español
No hay comentarios:
Publicar un comentario