BRUSELAS.- La Comisión Europea (CE) pidió hoy a los países de la eurozona un
estímulo fiscal de 50.000 millones de euros, un primer paso hacia una
política expansiva que está lejos de suponer el abandono de la senda de
ajustes emprendida durante la crisis para corregir los desvíos
presupuestarios.
"Aumentar las inversiones, continuar las reformas estructurales y
asegurar políticas fiscales responsables" son los tres elementos del
"triángulo virtuoso" que conforma la política económica europea, según
el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis.
La Comisión dio hoy una de cal y otra de arena, al presentar su
denominado "paquete económico de otoño", que incluye las evaluaciones de
los presupuestos para 2017 de los países de la eurozona -salvo Grecia-,
a los que ha añadido por primera vez una propuesta para que los Estados
impulsen una política expansiva.
Por un lado Bruselas ha advertido a ocho países -España, Portugal,
Italia, Bélgica, Chipre, Lituania, Eslovenia y Finlandia- de que están
en alto riesgo de incumplir sus compromisos de déficit el año próximo y
les ha avisado de que deben continuar aplicando ajustes y reformas
estructurales, como se esperaba.
Pero, por otro, el Ejecutivo ha lanzado por primera vez una
recomendación formal a los países para que apliquen una política fiscal
expansiva del 0,5 % del PIB de la eurozona para el próximo año, lo que
equivale a un estímulo de 50.000 millones de euros.
El objetivo de esta expansión "moderada", dice Bruselas, es apuntalar
la recuperación económica que no acaba de despegar -crecimiento lento,
altos niveles de deuda y paro, baja inflación- y apoyar la política
monetaria expansiva del Banco Central Europeo (BCE), que ha sido uno de
los principales motores.
Aunque se trata de solo una recomendación, apunta a un cambio de
rumbo respecto a la política de estricto control presupuestario que ha
mantenido Bruselas desde el inicio de la crisis.
No obstante, llega después de varios intentos previos de convencer a
países como Alemania de que inviertan más para ayudar a remontar a la
economía, no solo la germana, sino también de sus socios.
El paso dado hoy por Bruselas pone formalmente sobre la mesa la
necesidad de que los países que tienen superávit o "mayor margen fiscal"
adopten políticas económicas expansivas y obligará a los socios a
discutirla.
Por ejemplo, la Comisión señaló hoy que Alemania debería poder
"aumentar más la inversión pública en infraestructura, educación,
investigación e innovación".
También Holanda y Luxemburgo tendrían margen, dice, para adoptar "una
posición presupuestaria de apoyo" fiscal, siempre y cuando garanticen
la sostenibilidad de sus finanzas públicas.
Adelantándose a las críticos, que en el pasado lamentaban que
Bruselas exigiera medidas a los países considerados virtuosos en materia
fiscal, la Comisión defendió hoy que su propuesta "va de la mano de
reformas estructurales", según insistió Dombrovskis.
Por ejemplo, Bruselas ha elevado la presión sobre Italia y Chipre -en
los que espera "desvíos (presupuestarios) grandes" el próximo año-,
aunque sin ahogarlos.
En el caso italiano, la Comisión ha asegurado que tendrá en cuenta
que esta tendencia se deberá en buena parte a los costes que Roma sumirá
tras los terremotos en el país y por la gestión de los flujos
migratorios, de cara a decidir si concede más flexibilidad
presupuestaria.
Respecto a Francia, que ya recibió dos años extra para llevar su
déficit por debajo de la cota del 3 % considerada excesiva, Bruselas
espera que cumpla en 2017, pero advirtió de que, si no toma más medidas,
volverá a la zona de peligro en 2018.
En un momento marcado por "tiempos de lento crecimiento, riesgos
geopolíticos y creciente incertidumbre", en palabras de Dombrovskis,
Bruselas apuesta por un nuevo enfoque mixto.
El objetivo es claro: "adaptarse a los nuevos tiempos en los que
muchos de nuestros ciudadanos se siente perdedores de la globalización y
esperan políticas económicas en favor del crecimiento", según el
comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici.
Queda por ver qué acogida tiene entre los Estados miembros, una discusión que Moscovici auguró "animada".
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