BRUSELAS.- Ha sido el mayor tsunami
político y financiero de las últimas décadas en Europa. Algunos lo han
llegado a calificar como un golpe mortal para el proyecto de
construcción de la Unión Europea. El voto a favor de los británicos para
salir de la Unión Europea, conocido como Brexit, no sólo ha sido
inesperado si no moralmente impactante.
Sin duda, el 2016 será recordado
por los libros de historia y por todos los europeos como el año en el
que Reino Unido dio un portazo en la narices a sus vecinos.
Pasado
el susto inicial, y con el 2017 a la vuelta de la esquina, toca mirar
al futuro. El problema es que el futuro se muestra desdibujado, como una
gran masa de niebla, tan espesa como la que recorre las calles de
Londres los fríos días de invierno. Las secuelas de lo que para muchos
no ha sido más que una irracional y orgullosa pataleta son temidas,
especialmente desde un punto de vista económico. Cuantificar las
probables pérdidas es casi un ejercicio de ciencia ficción económica.
Sólo
para España, el Ministerio de Economía ha estimado que el impacto
directo e indirecto -vía el resto de la Unión-, en el crecimiento del
PIB español de 2017, será de dos o tres décimas menos; es decir, entre
2.000 y 3.000 millones de euros menos de riqueza que se creará el año
próximo. Otros analistas llegan a conclusiones muy parecidas.
Y
es que el Reino Unido es el cuarto comprador de productos españoles, el
primer emisor de turistas a España y el tercer inversor extranjero en
España, de igual manera que el Reino Unido es el segundo destino de las
inversiones españolas en el exterior.
También
se espera un impacto relevante en la UE. La Comisión Europea ha
reducido sus previsiones de crecimiento para 2017, a causa del impacto
de la decisión de los británicos, que implicaría una caída a casi la
mitad de la expansión de Reino Unido. En 2016, el crecimiento en la zona
euro será de 1,7%; de 1,5% en 2017; y de 1,7% en 2018, en un entorno
con “elevado nivel de incertidumbres en Europa y más allá.
Pero
el principal pagano sin duda será el propio Reino Unido. La Comisión
Europea (CE) ha rebajado en concreto casi el 50% de sus perspectivas de
crecimiento para el país por el impacto de su salida de la Unión Europa,
ya que espera que en 2017 la economía solo avance un 1%, frente al
aumento del 1,9% que preveía en mayo pasado.
“Estas
cifras reflejan que las empresas reaccionan a la incertidumbre actual
retrasando o cancelando sus inversiones”, según el comisario europeo de
Asuntos Económicos, Pierre Moscovici. Moscovici destaca que si bien en
2016 el crecimiento del país ha resistido, lo que la CE atribuye al auge
continuado del sector servicios, de cara a 2017 prevé que las
inversiones empresariales caigan “de forma importante” (un 2,2%), así
como que se ralentice el consumo privado por el menor poder adquisitivo
de los hogares, consecuencia de la inflación de los precios.
La
CE señala que en 2018 “la incertidumbre seguirá siendo alta debido a
las negociaciones sobre la futura relación entre Reino Unido y la UE,
limitando el alcance del crecimiento en 2018”. Bruselas cree que esta
incertidumbre no se reflejará a nivel del desempleo, si bien espera que
la tasa de paro suba del 4.9% en 2016 al 5.2% en 2017 y al 5.6% en 2018.
Pero
de las derrotas y errores siempre sale un ganador. Y todo apunta a que,
en el capítulo financiero, éste va a ser la ciudad de Nueva York y por
tanto los Estados Unidos, que, con el permiso de Donald Trump, el último
tsunami que ha sacudido el mundo de la política y los negocios, se
puede llevar el negocio millonario de la City londinense.
El
CEO de Morgan Stanley, James Morgan, por ejemplo, lo ha dicho
literalmente. De hecho, ya ha empezado el movimiento de personal no
clave de algunos bancos de Wall Street desde Londres a los EEUU o a
Asia. A Madrid, parece que no, así que eso que nos venden de la capital
de España como City financiera alternativa a Londres parece más un deseo
que una posibilidad real.
Hoy día cualquier pronóstico
sobre cualquier suceso es efímero y lo mismo ocurre con el Brexit. Pocos
días después de esa afirmación del primer ejecutivo de uno de los
grandes bancos de Wall Street, llegaba el segundo cataclismo: la
victoria de Trump. El servicio de estudios de Coface había pronosticado
que esta posibilidad tendría un mayor impacto que el Brexit, ya que
Europa podría perder alrededor de 2 puntos de crecimiento en un año,
mientras que Estados Unidos perdería 1,5 puntos. “La intensidad de esta
onda expansiva refleja el rol sistémico de la economía norteamericana”,
dice el informe. ¿Quién se atreve a afirmar con rotundidad lo que va a
pasar con esta coctelera de sorpresas en el norizonte?
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