MADRID.- España aún no está en la
fase donde sus méritos económicos son copiados. La vicepresidenta del
Gobierno dijo recientemente que Madrid es considerado como un ejemplo
debido a la fuerza de su recuperación. El PIB puede estar creciendo con
fuerza y el Gobierno se merece reconocimiento, pero aún no es un
ejemplo.
La economía española creció a una tasa anual
del 3,2 por ciento en el tercer trimestre y está camino de casi doblar
la tasa de sus vecinos de la zona euro este año. La demanda doméstica
parece ser el principal impulso. Aunque el desempleo está justo por
debajo del 19 por ciento, es su nivel más bajo desde 2009 gracias a la
fuerte creación de empleo.
Madrid se merece aplausos, entre otras cosas,
por limpiar su sistema bancario y por otras reformas. Aún así, el
crecimiento es lento. El país se ha beneficiado especialmente de los
bajos tipos de interés, puesto que los préstamos han aflorado y la deuda
privada aún es alta. El crecimiento español también ha estado impulsado
por otros factores que están desapareciendo, como un recorte de
impuestos en 2015 y los débiles precios del petróleo. El próximo año, el
PIB podría ralentizarse al 2,2 por ciento, según estimaciones del FMI.
A pesar de los bajos tipos de interés y el
relativamente robusto crecimiento, la deuda pública española se
estabilizará el año que viene en torno al 100 por ciento del PIB, según
Moody's, e irá bajando muy despacio. La deuda externa neta se mantiene
justo por debajo del 90 por ciento, haciéndole dependiente de la
financiación extranjera, y se prevé que el déficit presupuestario cierre
el año en el 4,6 por ciento, uno de los más altos en Europa. Está
camino de alcanzar el 3,8 por ciento el año que viene, según
estimaciones de la Unión Europea, un 0,7 por ciento por encima del
objetivo acordado con Bruselas.
Los planes de España son concentrarse en
impulsar los ingresos del impuesto de sociedades y reducir lagunas
fiscales y deducciones. Pero reducir el déficit también requiere una
reflexión fundamental sobre cómo las finanzas han funcionado entre el
gobierno central y las comunidades autónomas, dado que estas has
sobrepasado constantemente sus límites. Madrid debe lidiar con Cataluña y
poner en práctica más reformas, incluida la de las pensiones. Esto
requiere voluntad política, pero el fragmentado Parlamento español lo
hará complicado. Si el Gobierno puede resolver todo esto, tendrá
finalmente algo de lo que alardear.
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