Maquiavelo escribió que mantener “los reinos” (también las
reputaciones) suele ser más difícil que conquistarlos. Gestionar el
legado preocupa a cuantos han gobernado porque nunca saben cómo les
juzgará la historia, porque en su momento parece meritorio el paso del
tiempo puede desdeñarlo. El presidente Obama intenta una final ejemplar a
sus ocho años de complicado mandato, quizá el menos propicio para el
aplauso inmediato. Hay quien sostiene que ha sido un pésimo presidente,
pero son muchos más los que aprueban su gestión y estiman que la
historia tratará bien al Presidente 44, mejor que a sus predecesores,
incluido Clinton que tuvo la coyuntura de su lado.
Pero el personaje de la semana, o al menos de estos días, es Nicolás
Sarkozy, al que los simpatizantes de su partido han despedido de forma
fulminante y sin miramientos. Apenas superó el 20% de apoyo en unas
primarias que hace pocos meses creía tener ganadas. Las encuestas, tan
decepcionantes en estos tiempos, le daban posibilidades de llegar a la
segunda vuelta, quedar segundo o primero aunque son votos insuficientes,
para volver a alzarse con el liderazgo de la derecha francesa y aspirar
a repetir mandato presidencial.
Le han despedido definitivamente y no es verosímil que pueda
resucitar (aunque en política nunca hay que decir nunca) tras una
segunda derrota (la primera se la infligió hace cinco años Hollande)
como la cosechada el domingo. Sarkozy defraudó a su parroquia cuando
alcanzó el poder con demasiadas pretensiones; sacó casi 6 puntos a su
competidora socialista, Segolene Royal, el año 2007.
Presidente con 52
años, ministro a los 38, defraudó porque no fue capaz de concretar la
revolución nacional que había prometido. Frente a la Francia en
decadencia Sarkozy prometió grandeza, prosperidad, liderazgo… pero su
Presidencia fue mediocre, más palabras que hechos; cuando estalló la
Gran Recesión Sarkozy anunció en una reunión del G20 la gran reforma del
capitalismo, pero nunca llegó a concretar en qué consistía. Finalmente
el 2012 perdió la reelección frente a un candidato como Hollande que le
sacó 3 puntos.
Desalojado de la Presidencia de la República Sarkozy no ha cejado en
la reconstrucción de su propio personaje. Recuperó la Presidencia del
partido hace poco más de un año, le cambió el nombre por el ampuloso
“los Republicanos” y aceptó el modelo de primarias como procedimiento
para ratificar el liderazgo. Ha quedado tercero, por detrás de viejos y
leales compañeros como François Fillon, que fue primer ministro de
Sarkozy para ejecutar lo que el presidente ordenaba. Una derrota en toda
línea de un personaje que se vestía de líder todas las mañanas.
¿Se resignará a retirarse de la política cuando no ha cumplido los 62
años y se siente en plena forma física? En principio ha asumido que su
oportunidad actual es la vida privada, pero la política francesa y la
europea es lo suficiente volátil como para el retorno gente tan
amortizada como este personaje que parecía nacido para ser Presidente.
(*) Periodista y politólogo español
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