PARÍS.- Víctima y culpable del
cambio climático mundial, la agricultura también querría demostrar que
puede ser una solución al calentamiento global, gracias a un mejor uso
de los suelos y tierras agrícolas.
Este año, Marruecos vio cómo
sus cosechas de trigo caían un 70% por la sequía. Francia también
recolectó un 30% menos de trigo respecto al año pasado, tras una
primavera de lluvias e inundaciones. En América Latina, el fenómeno de
El Niño ha provocado drásticos recortes en las cosechas.
Además de
sufrir las consecuencias del cambio climático, la agricultura también
es una de sus causas, al ser responsable de al menos un cuarto de las
emisiones mundiales de gas con efecto invernadero. Contribuye
directamente al calentamiento global al menos en un 17%, sobre todo por
la ganadería, al que se suma de 7% a 14%, relacionados con las
modificaciones de las tierras (deforestación...), según la OCDE.
La Organización de Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) lo dijo el 17 de
octubre. La agricultura y los sistemas alimentarios requieren una
"profunda transformación" para enfrentarse a un desafío colosal y a la
vez paradójico: reducir las emisiones y conseguir alimentar cada vez a
más gente.
De 3.700 millones de habitantes en 1970, la población mundial pasará a 9.700 millones en 2050.
Para ello, los proyectos se multiplican, especialmente en África, donde no está asegurada la autonomía alimentaria.
Un
grupo de científicos franceses propone un proyecto llamado "4 por 1000"
o "agro-ecología". Según ellos, si se utilizan cada año un poco más los
prados y los campos para bombear carbono, al mismo tiempo que se
cultiva de otra forma, se podría conseguir almacenar 0,4% más de carbono
por año en los suelos, y frenar así el aumento de la concentración de
CO2 en la atmósfera.
El uso de las tierras agrícolas se ha
convertido en un tema central en las negociaciones sobre el clima que se
están llevando a cabo en Marrakech esta semana, bajo los auspicios de
la ONU.
Además de reducir los
fertilizantes y los productos fitosanitarios, hay otras muchas medidas
que se pueden aplicar. Entre ellas, luchar contra la erosión y restaurar
suelos agrícolas desaparecidos o plantar más leguminosas (lentejas,
garbanzos...) que tienen la doble virtud de captar el nitrógeno del
aire, un fertilizante natural, y de depositarlo en la tierra para el
próximo cultivo.
"En los sitios donde las
tierras son ya muy pobres, quizás será necesario recurrir a los
fertilizantes", admite sin embargo un responsable gubernamental,
haciendo alusión al continente africano.
Todos estos esfuerzos
tienen que aplicarse en paralelo de una mejora de la selección genética
de las especies vegetales, para que resistan a la sequía o a las
enfermedades.
"El problema más importante será conseguir
estabilizar las producciones", considera Sebastien Abis, investigador
asociado del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas
(IRIS) en París, y autor del estudio "Agricultura y clima", junto a
Mohammed Sadiki, profesor de genética del Instituto Agronómico
Veterinario de Rabat.
Según él, con el aumento de la población mundial es
"peligroso tener un discurso de decrecimiento de la producción agrícola a
escala mundial".
Pero todo el mundo no está de acuerdo.
"Hoy
el planeta produce el doble de lo que necesita en materia de
alimentación: 4.600 calorías por día y por habitante, aunque sólo
necesitamos 2.300 calorías", afirma Hans Herren, presidente del
centro Millenium en Washington, responsable de establecer modelos
matemáticos para la ONU en materia de desarrollo sostenible.
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