lunes, 19 de diciembre de 2016

Donald Trump en línea lateral a la Reserva Federal / Luis Alcaide *

La FED ha subido los tipos de interés. Un evidente eeconocimiento de que la política monetaria de dinero fácil y abundante ha cumplido su cometido. Avanza el producto y el empleo y se aleja el riesgo de deflación. Vuelta a la ortodoxia económica. El futuro presidente Trump había condenado los bajos tipos de interés pero ahora tendrá que combinar la subida con una política fiscal expansiva. Dos medidas que no encajan de acuerdo al manual de los economistas ortodoxos.

Vuelta atrás en la his­to­ria. Un 21 de enero 1994 el en­tonces pre­si­dente de la FED, el bien co­no­cido Alan Greespan, acudía a la Casa Blanca con una mala no­ti­cia. Los tipos de in­terés te­nían que su­bir; la eco­nomía es­taba re­ca­len­tán­dose y se co­rría el riesgo de un des­ajuste y la lle­gada de la in­fla­ción. Se pre­ci­saba un “aterrizaje suave” me­diante una subida del tipo de in­te­rés.

El vi­ce­pre­si­dente Gore pidió tiempo. En efecto, re­cor­daba que en 1988-89 una subida del tipo de in­terés por parte de la FED pro­vocó una es­tam­pida en el mer­cado de renta fija. La pre­gunta obli­gada era de si podía ocu­rrir lo mismo.

Greespan en su papel de ban­quero cen­tral le ase­guró que eso era im­po­si­ble. No ha­bría es­tam­pida ni con­trac­ción de la eco­nomía por una subida de los tipos de in­terés que re­pe­ti­da­mente res­ponden –mainly- a las ex­pec­ta­tivas de in­fla­ción. El alta de los tipos a corto es una señal de que las au­to­ri­dades mo­ne­ta­rias vi­gilan la evo­lu­ción de los pre­cios y, que en con­se­cuencia en el mer­cado de renta fija su­biría el valor de los bonos y en con­se­cuencia se re­du­ciría la ren­ta­bi­lidad de los tí­tu­los, es de­cir, que los tipos de in­terés a largo plazo ba­ja­rían. Una señal para que las em­presas man­tu­viesen sus pro­yec­tos.

Gore acabó te­niendo ra­zón. El mer­cado de renta fija se des­peñó. ¿Qué pa­sa­ba?. Los bancos en la som­bra, prin­ci­pal­mente los Hegde Funds, es­taban car­gados hasta las orejas de tí­tulos de renta fija; te­mieron que el in­cre­mento del 0,25% pro­puesto por el FED mer­mase su ca­pa­cidad de fi­nan­cia­ción con di­nero de ter­ceros y em­pe­zaron a des­po­jarse a toda ve­lo­cidad de sus tí­tu­los. Los es­pe­cu­la­dores es­taban más pen­dientes de ga­ran­tizar sus po­si­ciones que de una ve­ni­dera subida de los pre­cios. Resultado: el precio de los bonos se de­rrumbó y los tipos de in­terés a largo plazo se dis­pa­ra­ron.

El ahora pro­puesto se­cre­tario del Tesoro, Esteve Mnuchin, pro­nos­tica una subida del 3-4% en el PIB es­ta­dou­ni­dense gra­cias a una des­re­gu­la­ción en los mer­cados fi­nan­cieros (menos exi­gen­cias de ca­pital para los ban­cos) re­baja del im­puesto de so­cie­dades e in­cen­tivos fis­cales para que las mul­ti­na­cio­nales re­pa­tríen sus abun­dan­tí­simas te­so­re­rías en el ex­tran­jero además de pro­meter un trato más fa­vo­rable para las in­ver­sio­nes. Política de oferta a la vista.

Sin em­bargo no es oro todo lo que re­luce, porque el po­ten­cial cre­ci­miento del PIB, como re­cuerda por ejemplo George Magnus, ex-e­co­no­mista jefe de la UBS, es di­fícil que llegue al 2% cuando el cre­ci­miento de la po­bla­ción ac­tiva es apenas de un 0,5% y las ex­pec­ta­tivas de me­jora de la pro­duc­ti­vidad si­guen sin apa­re­cer. Los es­tí­mulos fis­cales lo que si pueden ser es un es­tí­mulo a la in­fla­ción y un mayor coste del di­nero. El ren­di­miento de los bonos su­biría y su precio podía su­frir un drás­tico des­plome que por ahora no se ha pro­du­cido.

Lo que sí es se­guro es que estos anun­cios han pro­vo­cado ya una apre­cia­ción del dólar de un 14% sobre una cesta de mo­nedas con las si­guientes ven­tajas com­pe­ti­tivas para los pro­duc­tores chi­nos, ja­po­neses y de los países de la eu­ro­zona. Más dé­ficit ex­te­rior. Por el lado de las fi­nanzas fe­de­rales las re­bajas fis­cales am­pliarán el dé­ficit pú­blico y obli­garán a acudir a los mer­cados de deuda. De acuerdo con las es­ti­ma­ciones del Committee for a Responsible Federal Budget el vo­lumen de la deuda pú­blica de los EEUU pa­saría del 77 al 103% del PIB en la pró­xima dé­cada.

¿Regresamos a la exu­be­rancia de Greespan, que es­cal­dado por su or­to­doxia de 1994 no se atrevió a cortar o, como dice el señor Mnuchin, el do­rado está a la vuelta de la es­quina: cre­ci­miento del PIB por en­cima del po­ten­cial gra­cias a esas des­re­gu­la­ciones fi­nan­cieras y exen­ciones fis­ca­les. En de­fi­ni­tiva una po­lí­tica de oferta am­pa­rada por unas ele­vadas ba­rreras frente al ex­te­rior que re­serven el mer­cado in­terno para las em­presas es­ta­dou­ni­den­ses?


(*) Economista del Estado en España


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