NAIROBI.- El secretario general de la OCDE,
Ángel Gurría, cree que la actual crisis de confianza en las
instituciones, alimentada a diario por sus propios representantes, es
más acuciante que el crecimiento económico o el empleo, ya que puede
conducir a una pérdida de la fe en la democracia.
"Nadie
cree ya en los presidentes, ni en los partidos, ni en los parlamentos,
ni en la banca, ni en las multinacionales ni en nada. Y todos lo días
damos material para confirmar sus peores temores con continuas portadas
sobre corrupción", lamenta.
El
"peligro último" de esta situación, advierte, es una "pérdida de la fe
en la democracia" que se traduce en una despreocupación por la
participación en los procesos públicos decisorios, especialmente
preocupante entre la juventud.
El
"Brexit", la victoria electoral de Donald Trump en EEUU, el resultado
negativo del referéndum sobre la paz en Colombia o los recientes cambios
de Gobierno en Moldavia, Estonia o Bulgaria son, a su juicio, un
síntoma de esta situación.
"Hay
un altísimo nivel de desempleo y la desigualdad ha aumentado en todos
los países. En todas partes existe una insatisfacción cada vez más
evidente y una enorme expresión de esta insatisfacción en los procesos
democráticos que descarrila las expectativas y provoca grandes cambios
de rumbo", analiza Gurría.
Los jóvenes ya no se identifican
con los procesos políticos tradicionales porque no los creen capaces de
resolver sus problemas, y entonces dejan de votar: "Es lo que pasó en
Gran Bretaña, donde el 60% de la juventud no se molestó en votar cuando
era su futuro lo que estaba en juego, o lo que pasó en Colombia".
"La
sociedad se fragmenta y surgen partidos políticos de extrema izquierda y
derecha que captan un gran porcentaje de votos y se convierten en los
que deciden sin tener ninguna experiencia de Gobierno. Capturan el
interés porque la gente está sensible y cambian el curso de la
Historia", señala el líder de la OCDE.
"Estamos
muy expuestos. La gobernabilidad, o la credibilidad, hoy es más
importante que el crecimiento, la inflación o el empleo", asegura.
"Si
la gente no cree en los presidentes, ni en los partidos ni en los
parlamentos y teme la corrupción y la mala calidad de los servicios
públicos, pierden la fe en la democracia", insiste.
Otro
de los efectos de la desconfianza y de su consecuente fragmentación es
la limitada libertad de los líderes para afrontar grandes decisiones:
"Ahora tienen unas coaliciones con tantos partidos que tienen que tener a
todo el mundo contento para que no se caiga el Gobierno".
"El
problema actual es que los gobiernos tienen una vida de menos de cuatro
años, y a veces son necesarios al menos cuatro años para ver los
resultados, por eso muchos gobernantes no toman decisiones, porque no
son efectivas a corto plazo o de cara a las próximas elecciones",
comenta.
"Los cambios
estructurales -añade- tienen un gran coste a corto plazo y beneficio a
largo plazo, y eso es casi lo contrario de lo que los líderes quieren
ver".
Gurría también expresa
su preocupación por la corrupción promovida por la empresas
multinacionales, otro de los grandes caballos de batalla de la OCDE, que
alberga el único instrumento jurídicamente vinculante para penalizar el
soborno de funcionarios públicos extranjeros en las transacciones
internacionales.
"El más
pequeño acto de corrupción es capaz de lastrar el desarrollo de un país.
Alguien, por ganar 10.000 dólares, puede hacer perder millones a un
país y seguir provocando pérdidas a lo largo cien años", concluye.
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