La subida de tipos de interés recientemente aplicada por la Reserva
Federal tendrá repercusiones económicas mundiales. Aunque sólo los haya
subido 0,25 puntos, en línea con las expectativas del mercado, y sigan
en un nivel muy bajo (el 0.75%) no los elevaba desde hacía un año y sólo
los ha incrementados dos veces en la última década. Además, todo apunta
hacia la intensificación de las subidas durante 2017.
Las causas de esta decisión han de buscarse en la evolución de la
economía de los Estados Unidos. El crecimiento de la producción no es
espectacular, pero sí sólido: la tasa anual está en el 1,6% y el
crecimiento anualizado del tercer trimestre en el 3,2%. Aún más
importante resulta que la tasa de paro (4,6%) haya alcanzado niveles
similares a los previos a la crisis. Esta situación del mercado laboral,
que puede considerarse equivalente al pleno empleo, está favoreciendo
las subidas salariales y el retorno de la inflación. Ésta, en el 1,6%,
no llega todavía al objetivo del 2%, pero se va acercando y ha dejado
definitivamente atrás las amenazas deflacionistas. Las expectativas de
inflación futura también han repuntado.
No obstante, la decisión tiene otra lectura, de corte político. El
impredecible e histriónico presidente electo, gran aficionado a Twitter,
ha ganado las elecciones con un disparatado programa económico, que
promete fuertes reducciones fiscales (fundamentalmente a las rentas más
altas) y el aumento del gasto público (especialmente en un programa de
inversión en infraestructuras). Desde el punto de vista macroeconómico,
una situación cercana al pleno empleo no es el mejor momento para poner
en marcha esta política fiscal agresivamente expansiva.
Como el excéntrico Trump probablemente no se detenga por este tipo de
minucias, ni por los efectos de sus políticas sobre la deuda pública y
la sostenibilidad presupuestaria, la subida de tipos de la Fed puede
entenderse como una medida preventiva. Avisa de que, si se incrementa
excesivamente la demanda agregada a través de la política fiscal, la
Reserva Federal contrarrestará el impulso con un menor empuje de la
política monetaria.
El pulso que ahora se inicia promete ser uno de los más importantes
de la presidencia de Trump. Para entenderlo, hay que situarlo en su
contexto (no meramente macroeconómico). Durante la campaña electoral,
Trump criticó abiertamente a la presidenta de la Reserva Federal
(incluso mediante anuncios en televisión) por mantener los tipos bajos
para favorecer a Obama y Clinton. La reciente subida de tipos ha estado
acompañada de nuevas críticas a Janet Yellen por parte de los
partidarios del presidente electo. Trump, sin embargo, reirá el último.
El mandato de Yellen termina en 2018 y antes otras vacantes le
permitirán ir poniendo su sello en la Reserva Federal mediante el
nombramiento de afines.
Una de las consecuencias importantes de esta decisión de política
monetaria, que se suma a los efectos del cambio de expectativas
provocado por la victoria de Trump, es la mayor fortaleza del dólar, que
marcha camino de alcanzar la paridad con el euro. De esta forma, el
nuevo presidente está en realidad colaborando al empeoramiento del
déficit comercial de Estados Unidos que tanto le obsesiona. ¡La vida
está llena de paradojas!
Las consecuencias de la nueva política macroeconómica estadounidense
llegarán más allá de sus fronteras. Algunos de los mercados emergentes
continúan en una situación de fragilidad; los que tienen altas deudas
denominadas en dólares verán su situación empeorar.
En cuanto a la zona del euro, la subida de tipos en Estados Unidos
es, a corto plazo, una buena noticia. Al aumentar el diferencial de
tipos entre las dos zona, promueve la depreciación del euro respecto al
dólar y favorece a las exportaciones europeas. En la actualidad, la
situación macroeconómica de la eurozona poco tiene que ver con la
norteamericana. Aunque ambas zonas crecen a tasas similares, la tasa de
paro en Europa es más del doble y la tasa de inflación menos de la
mitad. De ahí que, mientras la Fed sube tipos, el BCE haya decidido
mantenerlos y extender en el tiempo su programa de compra de activos.
Lo que suceda en el futuro dependerá en gran medida de que Trump
cumpla, o no, sus promesas electorales. Su duelo con Yellen solo ha
comenzado. Ojalá sirva para recordarle desde el principio que su poder
es inmenso, pero no ilimitado. Como advertía Diderot: “Cuidado con el
hombre que habla de poner las cosas en orden. Poner las cosas en orden
siempre significa poner las cosas bajo su control”.
(*) Catedrático de Economía Aplicada, Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid
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