FRÁNCFORT.- La banca internacional está preocupada viendo su último informe sobre la economía mundial. Las páginas de ese texto prolijo en cifras y consideraciones del BPI, conocido este domingo, casi parecen una sucesión de advertencias sobre riesgos crecientes de los que ya se venía hablando en las últimas semanas desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Una de las primeras señales de que los mercados financieros –hoy en día
el verdadero motor económico global– se pueden estar volviendo a
quebrar, como ya ocurrió en las dos últimas grandes crisis
internacionales (2008-2009 y 2011-2012, esta última centrada en la deuda
soberana europea), es que las operaciones de créditos transfronterizas
descendieron en el último trimestre de 2015.
Al mismo tiempo, las
amortizaciones de deuda crecieron muy por encima de las nuevas
emisiones, llevando así el volumen de títulos de deuda internacionales a
su valor mínimo de los tres últimos años.
El Banco de Pagos Internacional (BPI), una especie de coordinador de
los bancos centrales, parece tenerlo claro.
«Esta evolución es significativa porque podría marcar un punto de
inflexión en la liquidez mundial», avisan sus responsables.
Echando la vista al pasado, recuerda que este aumento de las
tensiones financieras «ha anticipado con frecuencia más debilidad en la
actividad económica». En esta ocasión, han sido las «vulnerabilidades
económicas subyacentes» las que han terminado por pasar factura a unos
mercados que vivían en una calma artificiosa.
De hecho, en el BPI ya han
observado señales de todo esto al revisar las grandes operaciones
financieras realizadas entre octubre y diciembre.
El peor comienzo anual de las principales bolsas internacionales
vivido en este 2016 es fruto, señalan desde el Banco, de esa sucesión de
acontecimientos. Si a ello unimos que los inversores suelen huir del
riesgo y que tanto en la zona euro como en Japón siguen apostando por el
dinero muy barato, no resulta extraño comprobar como en las primeras
semanas del año el "universo de títulos de deuda pública que ofrecen
intereses negativos se expandió de los 4 billones de dólares a más de
6,5 billones en unos días".
El BPI, en cualquier caso, sigue desgranando en su informe señales de
que la actividad económica está perdiendo fuelle, y probablemente no
poco. Por ejemplo, que la diferencia en los rendimientos de las deudas
soberana de referencia (fundamentalmente, Alemania y EE UU) a corto y
largo plazo cada vez es menor.
Claro que también hay protagonistas negativos a nivel territorial,
pues China concentró tres cuartas partes (casi el 76%)de la reducción de
activos transfronterizos de la banca mundial en el tercer trimestre, y
también sectorial, puesto que las entidades financieras occidentales han
soltado 110.000 millones de dólares (casi 100.000 millones de euros) en
ese mismo período.
A futuro, sin embargo, la lista de países afectados por "problemas
bancarios serios en los próximos tres años" se amplía más allá de China a
otras economías asiáticas (Filipinas, Hong Kong, Indonesia,
Singapur...), además de Turquía y Canadá por su elevada expansión
crediticia en los años de salida de la crisis, y Brasil por la fuerte
carga de intereses de su deuda que soporta. Y el BPI previene de ello:
“si persisten las condiciones de liquidez mundial más restrictivas
podrían incrementarse los riesgos para la estabilidad en determinados
países, sobre todo en aquellos donde otros indicadores ya apuntan a una
intensificación del riesgo de tensión financiera".
El problema es que la solución a estos males tampoco parece clara, al
menos a la vista de lo que concluye el también conocido como Banco de
Basilea. En los últimos años han sido los ‘mangüerazos’ monetarios de
los bancos centrales, sobre todo en Europa, Japón y Estados Unidos, los
que han sostenido el valor de los activos. Pero los mercados parecen
ahora “cada vez más inseguros” respecto a su eficacia, algo en lo que
venían incidiendo hace tiempo los propios técnicos del BPI.
“La percepción creciente en los mercados financieros -avisan esos
expertos- es que los bancos centrales se están quedando ya sin opciones"
para sostener sus estímulos, al tiempo que el crecimiento económico
“sigue siendo decepcionante” y la inflación parece “obstinada” por
debajo de los objetivos que se habían marcado. Sin embargo, otro tipo de
políticas económicas a emprender desde los distintos gobiernos
nacionales “no han tomado el testigo” todavía y mientras no sea así los
riesgos de una nueva recaída económica continuarán sin despejarse, según
se desprende del informe.
Las primeras señales llegaron en otoño en China -el desplome temporal de
sus bolsas se unió a una salida de inversiones antes las dudas que
generaba la política económica del Gobierno de Pekín- y luego saltaron
al sector energético por el abaratamiento del petróleo. También pasaron
por la depreciación de las monedas locales de las economías emergentes,
problema agravado con un dólar cada vez más fuerte, y terminaron con
nuevos castigos a la banca europea y nipona porque el panorama de tipos
muy bajos generaba dudas sobre su capacidad de actuación.