viernes, 22 de julio de 2016
Italia, entre la ayuda pública y el rescate bancario / Primo González *
La banca europea ha respirado con cierto alivio este jueves. Desde
hace unas semanas, el fantasma de la crisis financiera italiana viene
recorriendo los ambientes financieros ya que parece asumida la idea de
que sin una ayuda masiva y relativamente urgente, los bancos italianos
están en situación comprometida, unos más que otros, aunque todos en
general con problemas de solvencia y de calidad de sus activos.
La
morosidad del sector bancario italiano está por las nubes, más o menos
el triple que la española. Salvar a la banca italiana es estos días uno
de los debates más encrespados de cuantos vive la UE, que no son pocos.
Se trata de ver si la crisis de la banca italiana la pagan los
accionistas y los bonistas (como en gran parte ha sucedido en España) o
todo el peso recae sobre el dinero público.
La primera pregunta inevitable que se vienen haciendo muchos desde
hace unos meses es por qué este asunto ha empezado a ser un problema
hace sólo unos meses, cuando en realidad la acumulación de créditos
fallidos en los bancos italianos se ha incubado en los últimos años,
viene de bastante atrás. Las autoridades bancarias europeas están
extremando la vigilancia y las precauciones sobre los bancos de la zona y
en el caso de Italia los exámenes del sector han dado enseguida
resultados de alerta.
Dentro de una semana se publicarán los resultados de los test de toda
la banca europea y para entonces se esperan numerosas sorpresas. Las de
algunos bancos italianos ya no serán tal sorpresa, ya que hace meses
que se conocen sus precarias estructuras. Es más, hace ya algún tiempo
que el Gobierno italiano se ha puesto manos a la obra para ver cómo se
puede solventar la crisis bancaria del país sin acudir a medidas
traumáticas. El Gobierno italiano quiere evitar por todos los medios que
la quiebra del sistema bancario italiano o de algunos de sus más
ilustres integrantes se convierta en un serio problema político.
El asunto lleva dinamita porque el Gobierno italiano pretende salvar a
la banca del país por la vía directa de ayudas públicas masivas,
evitando el impacto en las economías particulares de los miles de
accionistas y bonistas de los bancos italianos. Es más, ese deseo de
auxilio público a la banca se ha visto incrementado tras comprobar la
experiencia española, en donde ciertamente ha habido ayudas públicas a
la banca pero en donde el dinero de accionistas y preferentistas
particulares ha formado parte de la solución, de forma que unos y otros
han incurrido en pérdidas de varios miles de millones de euros.
El Gobierno italiano quiere evitar este doloroso trance, es decir,
soslayar la tarea de apoyar a la banca con dinero procedente de los
bolsillos de accionistas (que perderían parte del capital) y de los
bonistas (propietarios de bonos emitidos por los bancos. Para pagar la
pesada factura de los quebrantos del sector financiero, Italia pretende
involucrar el dinero público. Y es en este asunto en el que el choque
entre las autoridades italianas y la poderosa comisaria de la
Competencia europea ha llegado a posiciones extremas.
El desenlace de esta disputa está por ver. En todo caso, los agravios
comparativos a escala europea van a surgir de forma inevitable y no
sólo por el diferente trato que han recibido los bancos españoles frente
a la solución que se postula para los italianos, sino por la forma en
la que otros países europeos, desde Grecia hasta Portugal pasando por
España, Holanda y Alemania, tuvieron que enfrentarse a sus crisis
bancarias internas, en todas las cuales los accionistas particulares y
los inversores han debido encajar importantes pérdidas en sus economías
domésticas. Europa ya sabe lo que es enfrentarse a crisis bancarias de
amplio espectro. El caso italiano no debería ser una vía excepcional en
la que sólo pague el Estado.
(*) Periodista y economista
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