martes, 3 de enero de 2017

La cruzada proteccionista / Primo González *

La espiral proteccionista que se viene barruntando desde hace unos meses en buena parte del mundo desarrollado está tomando carta de naturaleza en Estados Unidos con algunas de las proclamas del nuevo nacionalismo económico que propugna el presidente electo, Donald Trump. 

En las últimas horas, las dos mayores multinacionales del automóvil con sede en este país han tomado decisiones aparentemente condicionadas por las amenazas que el nuevo presidente ha esgrimido contra las empresas que realicen fuera de Estados Unidos inversiones susceptibles de radicar en suelo estadounidense y en buen número de casos destinadas a producir bienes que luego se venderán a los consumidores norteamericanos. 

El país damnificado por estas decisiones arbitrarias es México, pero este tipo de decisiones parece que va a guiar el proceder de la nueva Administración estadounidense que tomará las riendas del país a finales de este mes de enero.

Estos dos últimos gestos de Trump multiplican además la animadversión declarada hacia su vecino del sur, México, un país cuya prosperidad económica depende en buena medida de la proximidad del poderoso líder de la economía mundial. Las deslocalizaciones industriales de Estados Unidos han sido muy numerosas en los últimos años y buena parte de su industria manufacturera ha emigrado a zonas de menor nivel de renta en las que es posible encontrar costes de producción más competitivos, o sea, más bajos.

Ha sucedido en muchos productos industriales y el automóvil no es más que uno de los numerosos eslabones de esta cadena de especialización productiva, cuya consecuencia es la enorme dispersión de fábricas y de procesos productivos que jalonan la economía global. Más aún en industrias de síntesis, como la del automóvil, en la que las plantas de montaje final tienen miles de terminales en otras zonas geográficas, a veces muy lejanas, que aportan una buena parte de los componentes con los que se ensambla el producto final, en este caso el automóvil.

La cruzada del señor Trump contra la exportación de inversiones y de actividades industriales resulta llamativa, no sólo por el hecho de que en algunos casos se está convirtiendo en una auténtica hostilidad hacia un vecino a la par que aliado tan estratégico e importante como México, sino porque no encaja en absoluto con la lógica que se ha ido imponiendo en la economía global bajo el patrocinio precisamente de las multinacionales estadounidenses desde hace ya unos cuantos decenios.

Declaraciones y actitudes como las dos que acaban de producirse en torno a la industria automotriz se han producido en los últimos meses en otros terrenos a raíz de la aparición de Trump en escena. Lo que parecían hasta hace poco meros gestos efectistas de naturaleza electoral para ganarse el voto de la clase media estadounidense, parece que está yendo algo más lejos y traduciéndose en presiones sobre empresas de primer rango para condicionar sus decisiones económicas. 

La mentalidad proteccionista puede tener también enormes derivaciones negativas en el comercio mundial, algo que ya ha anticipado alguno de los próximos dirigentes del país al poner en tela de juicio los acuerdos comerciales suscritos o en negociación con diversas zonas del mundo. 

Además del carácter básicamente intervencionista y antidemocrático de algunas de estas actitudes, una orientación manifiestamente proteccionista en la mayor economía del mundo implicará un cambio importante en las reglas de juego que afectará a otros muchos países y posiblemente de forma negativa.


(*) Periodista y economista español


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