PEKÍN.- China, la principal
beneficiada por la globalización en el siglo pasado, se proclama hoy
heraldo del libre comercio frente al aislacionismo de Donald Trump en
EEUU, pero quiere rediseñar a su manera los intercambios del siglo XXI.
"No
vamos a cerrar la puerta al mundo, sino que la vamos a abrir aún más",
aseguró en noviembre el presidente chino, Xi Jinping, tras la elección
de Trump.
En el Foro Económico de Davos, Xi (el primer
mandatario chino que acude a esta cita) defenderá su visión de una
"globalización más inclusiva" y alentará "a colocar la globalización en
su justa perspectiva".
Se
trata de una pulla contra Trump, que promete abandonar el Acuerdo
Transpacífico (TPP) de libre comercio, erigir barreras aduaneras con sus
vecinos y con China, y que critica a la Organización Mundial del
Comercio (OMC).
Frente al próximo presidente de EEUU, la
Unión Europea (UE) y China "se convierten en los principales actores
internacionales que defienden la apertura de intercambios comerciales",
comentaba en diciembre el anterior director general de la OMC, Pascal
Lamy. "Pero es necesario que las palabras se confirmen con hechos",
añadía.
China, primera potencia comercial del planeta,
suscita efectivamente cierto escepticismo. La UE y EEUU acusan a China
de 'dumping' (vender a un precio inferior al coste), de medidas
proteccionistas que penalizan los productos importados y de restringir
el acceso a las empresas extranjeras.
Según admiten las
autoridades chinas, un total de 119 procedimientos han sido lanzados en
2016, por 27 países, contra las prácticas comerciales del régimen
comunista: un alza del 37% en un año.
Pero
es verdad que la segunda economía mundial ha abierto nuevos mercados,
"nuevas rutas de la seda" en el continente euroasiático, y promete
inversiones en infraestructuras de Asia Central para mejorar los
intercambios regionales.
China quiere reactivar también
un acuerdo de libre comercio con Asia oriental y con las potencias
regionales. Sin embargo, según los expertos, defiende ante todo sus
intereses y concede con cuentagotas la reciprocidad.
China
tampoco duda en utilizar su comercio como instrumento de represalia:
las importaciones de salmón noruego se hundieron tras el Nobel de la paz
al disidente Liu Xiaobo.
Miembro de la OMC desde 2001,
"China es excelente para usar los instrumentos multilaterales en su
propio interés" al "insistir en la letra" en detrimento del "espíritu"
de las instituciones internacionales, afirma Andrew Polk, analista de
Medley Advisors.
Además, la economía china, alimentada
por un masivo superávit comercial, "es estructuralmente incompatible"
con el papel de "líder del comercio mundial", advierte en un informe
Michael Pettis, profesor en la Universidad de Pekín.
El
gigante asiático sigue siendo "un modelo de economía dirigida" con sus
subvenciones públicas, sus enormes grupos estatales o su control de
capitales, algo totalmente opuesto a los cánones del liberalismo
económico.
Ahora, tras la caída de los intercambios
comerciales de China en 2016 (un 6,9% entre enero y noviembre), el
gigante asiático quiere reactivar su comercio internacional.
La
cuota del comercio en su PIB pasó del 66% en 2006 al 40,7% en 2015,
según el Banco Mundial, pero sigue siendo un crucial motor de
crecimiento.
Pero las exportaciones chinas sufren por el
encarecimiento de la mano de obra en el país, lo que impulsa a varias
empresas a deslocalizar su producción al sureste asiático o hasta en
Etiopía. Al mismo tiempo, Pekín busca que sus exportaciones ganen en
valor añadido.
Sin embargo, "parece poco probable que una
retirada estadounidense del liderazgo mundial genere un sistema
comercial ordenado en el que el epicentro pase de Washington a Pekín",
opina Pettis. "Parece, más bien, que volveríamos a la situación de antes
de Bretton-Woods (1945), con incesantes conflictos comerciales y
querellas políticas".
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