WUHAN.- Un grupo de niños con birrete se inclina ante una estatua de Confucio,
el sabio chino que fue prohibido durante la Revolución Cultural, pero
que ahora vuelve a estar en boga en las escuelas privadas, que con apoyo
institucional, buscan infundir valores tradicionales para frenar la
crisis valórica.
"Le presentamos nuestros respetos maestro Confucio, gracias
por las bondades de sus enseñanzas", recita en coro una treintena de
alumnos, de entre dos a seis años, en un establecimiento recién
estrenado en las afueras de la ciudad industrial de Wuhan, en el centro
del país. Después, intentan repetir las complejas máximas proyectadas en
una pantalla. Zhu Baichang,
de cinco años, reconoció que no entiende todas las máximas del
filósofo, pero las recita con entusiasmo. "¡Es muy interesante!",
afirmó.
La escuela privada Diziyuan (Escuela
de los discípulos que llegan a su destino) tiene 160 alumnos.
"Visitamos dos guarderías públicas antes de elegir ésta", explicó el
padre de Baichang, Zhu Minghui,
que no desistió pese a que los costos de la matrícula suman los 7.000
yuanes por trimestre (960 euros, 1.015 dólares). "No entendemos todo
cuando recita los clásicos. Pero esto se nos graba hasta el hueso. Está
integrando los principios que guiaron a China durante 2.000 años",
celebró.
Las enseñanzas de Confucio (siglos VI-V a.c), que insistía
en valores como el respeto a la tradición para mantener la armonía
social, se impusieron como la ideología oficial por la casa imperial
China. "Entre los dos y los seis años, la capacidad de memorizar es
excelente", entonces "sembramos las semillas de la piedad filial, el
respeto a los profesores, la compasión", defendió la directora, la
señora Shi.
A los seis años, "los alumnos terminan de recitar los grandes clásicos
de Confucio", celebra la profesora, señalando que estos implican conocer
cientos de miles de caracteres.
En las actividades lúdicas, los sexos están separados y mientras los
chicos se inician en el ajedrez chino, las niñas practican en otra sala
la ceremonia del té. El "Dizigui", un manual del siglo XVII que
promueve la obediencia a ciegas a los padres y los ancianos, también
está en el programa. Incluso los cumpleaños se enmarcan en esta filosofía.
"Acuérdate que es el día en el cual tu madre sufrió mucho para traerte a
este mundo", dice una educadora a un niño, arrodillado ante su abuela.
Este tipo de establecimientos que ofrecen una educación tradicional, denominada "guoxue", han prosperado por la adhesión de la clase media emergente,
pero siguen siendo marginales y son difíciles de censar. Estos
establecimientos acogen a 23 millones de alumnos. Después de los seis
años, la mayoría de los padres prefiere la enseñanza pública para la
primaria, el principio de un rígido programa oficial que culmina en la
universidad.
La Fundación Confucionista China tenía 300 escuelas en 2016, pero quiere sumar 700 más. En tanto, la asociación pionera Tongxueguan,
que abrió en 2016 su primer establecimiento en Wuhan, propone cursos
los fines de semana. Esta institución, muy mediatizada, tiene ahora unas
120 escuelas y unos 40.000 alumnos en todo el país. Su fundador, Li Guangbin,
captó muy pronto el filón. "Después de la prosperidad, los chinos
sienten que necesitan volver a las raíces. Necesitan una elevación
espiritual", dijo el pedagogo elegantemente vestido con una túnica
reservada a los académicos.
A su lado, Mei Yuan,
madre de uno de los alumnos, asiente. "Los niños de hoy son egoístas,
demasiado individualistas. La sociedad de hoy les da una mentalidad
frívola", recalcó esta funcionaria de un instituto gubernamental, que
lamentó que en la enseñanza pública a los clásicos de Confucio se les
eche un simple "vistazo" superficial.
A su llegada al poder en 1949, los comunistas criticaron con
vehemencia el confucionismo, acusado de defender el patriarcado y de
ser un agente paralizante. Durante la Revolución Cultural en la década
de 1960 y 1970 sus partidarios fueron un blanco privilegiado. Sin
embargo, esta tendencia cambió con la llegada al poder de Xi Jinping,
que cita entusiastamente al filósofo y que usado sus enseñanzas para la
propaganda oficial. "Confucio es utilizado para promover la lealtad al
Estado. Es una forma de alentar el respeto a la autoridad del Partido
Comunista, atajando también los valores occidentales", señaló Michael Schuman, autor de un libro sobre la renovación del confucianismo.
Sin embargo, esta estrategia no es nada nuevo. El
confucionismo ya había sido utilizado por los emperadores chinos para
asentar su poder. Para Schuman, los "chinos están buscando algo más en sus vidas". "Creo que la sociedad china se ha vuelto muy próspera, pero al mismo tiempo le falta un lado espiritual", aseguró.
El experto resaltó que los ideales de Confucio muchas veces
no se adaptan a estas nuevas formas de enseñanza. "Él alentaba
activamente el debate, los discípulos tenían que forjarse sus propias
ideas", insistió. Li Guangbin
no comparte esta visión. "El gobierno necesita las tradiciones
confucianas para mantener la estabilidad, aumentar la felicidad de la
gente y para que ellos acepten su suerte sin quejas", afirmó.
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