lunes, 9 de enero de 2017

Obama se va con imagen de mal perdedor en unas elecciones a las que no se presentaba él

WASHINGTON.- El próximo 20 de enero Donald Trump jurará en el Capitolio como 45º presidente de los Estados Unidos. Si Barack Obama llegó en 2009 aclamado por las masas y recibido con honores por el mundo occidental, su sucesor estrenará el cargo entre reticencias de quienes desconfían de sus planes e incluso se atreven a hacer vaticinios sobre lo desastroso que será el mundo desde que ponga sus pies en el despacho oval.

La pataleta del presidente saliente deja al ex senador en lugar poco elegante. Tal parece que él, y no Hillary Clinton que tampoco levanta cabeza, fue el candidato demócrata derrotado en las urnas. Sus reproches a la injerencia rusa en la campaña para favorecer a Trump y ese mal perder que lleva exhibiendo desde noviembre dan a entender más que nunca que Hillary no tenía plan, que su proyecto era continuar la política de Obama. Y los americanos, por mucho que Barack se empeñe, no han querido seguir por esa senda. De acuerdo o no con el programa del adversario, lo mínimo que debería hacer el que dentro de unos días y hasta su muerte, pondrá en sus tarjetas de visita eso tan "chic" de "former president", es obrar con clase, o al menos con un poco de mano izquierda.
Imaginemos por un momento que el obrero de Michigan que votó a Trump lo hizo condicionado por esa sucia campaña rusa de ataques cibernéticos que denuncia a la CIA, cuesta creerlo. Suponiendo que sea cierto, ¿Qué podría hacerse ahora?, ¿Impugnar las elecciones?
Obama sabe perfectamente que eso no es posible. Por eso está actuando con los instrumentos que tiene a mano; golpeando donde más les duele a esa horda de conservadores y retrógrados republicanos que a partir del día 20 le arrebatarán "su" sillón.
Por ejemplo, la pasada semana Obama designó, con la clara oposición de los republicanos, dos nuevos monumentos nacionales: el área de Bears Ears en Utah y Golden Butte, en Nevada. Jason Chaffetz, congresista por Utah, ya ha dicho que intentará hacer que Trump revoque la decisión.
Aún hay más: el Departamento de Seguridad Interior anunció hace unos días el cerrojo a un programa de la era Bush utilizado para rastrear a hombres musulmanes y árabes en Estados Unidos. Inactivo desde 2011, el programa, conocido como NSEERS, podría haber sido la base para ese registro de musulmanes sospechosos de terrorismo prometido por Trump. Ya no está disponible.
Guantánamo es otro de los focos de inusitada actividad en estos días finales. Si bien Obama anunció la clausura de la prisión ubicada en la base americana de Cuba en su primera legislatura, ocho años después ha intensificado el traslado de casi un tercio de reclusos a otros países. De los 59 prisioneros que quedan en Guantánamo, 22 son elegibles para ser transferidos, de acuerdo con el Pentágono. Trump prometió que no solo dejaría abierta la cárcel sino que enviaría a nuevos detenidos. La guinda que corona el pastel de esta amarga derrota de Hillary que a Obama le duele como propia, son las medidas tomadas contra Israel criticadas incluso por el poderoso al lobby judío demócrata. Aún habrá más, queda el discurso de despedida, seguramente para enmarcar.

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