WASHINGTON.-En vísperas de su toma de posesión,
el presidente electo de EEUU, Donald Trump, ya ha dejado ejemplos de su
plan económico, entre ellos la coacción a las empresas para evitar la
fuga de empleos al extranjero, el énfasis en la rebaja de impuestos y la
reducción de la regulación federal.
Trump parece
convencido de que la mejor estrategia es la del palo y la zanahoria:
amenazas contundentes y promesas desmesuradas. Algo que ha aplicado de
manera persistente desde su victoria en las elecciones presidenciales
del pasado noviembre.
"Voy a ser el mayor productor de empleos que Dios ha
creado nunca", aseguró el presidente electo el 11 de enero en su primera
rueda de prensa en seis meses.
Durante la campaña
electoral, llegó a afirmar que "es hora de establecer un objetivo
nacional de crecimiento anual del 4 %", aunque dijo que esa cifra, no
vista en EE.UU. en una década y media, se puede mejorar.
Replicando el gusto por los superlativos, el nominado para dirigir el
Tesoro de EE.UU., Steve Mnuchin, ha repetido la apuesta de su jefe de
que se llevará a cabo "el mayor recorte de impuestos" desde la
presidencia de Ronald Reagan (1981-1989).
Mnuchin ha
asegurado, también, que la principal prioridad en materia financiera
será desmontar la ley Dodd-Frank, diseñada por el gobierno de Barack
Obama para reforzar el sistema de regulación financiera tras la crisis
de 2008.
A la vez que Trump ha esgrimido las
habituales recetas neoliberales de rebaja de impuestos y desregulación,
le ha dado un toque personal con su defensa a ultranza del nacionalismo
comercial.
"Las empresas no se van a ir de Estados
Unidos nunca más sin consecuencias. No podemos permitir que ocurra esto
con nuestro país. Hay muchísimos empleos saliendo y trasladándose a
otros países", dijo en su recorrido por la planta del fabricante de
hornos y aires acondicionados Carrier, en Indiana, en diciembre.
Tras las amenazas del presidente electo, que convirtió a Carrier en el
centro de sus críticas durante la campaña, la empresa accedió a eliminar
su plan de traslado a México y mantener en Indiana cerca de un millar
de empleos, a cambio, eso sí, de sustanciales rebajas de impuestos.
Trump rápidamente se colocó la medalla de este logro e hizo lo mismo
cuando las empresas automovilísticas Ford y Fiat Chrysler anunciaron
inversiones multimillonarias en EEUU.
Desde su cuenta
personal en la red social Twitter, que se ha convertido en su oficina
de prensa personal, celebró la noticia a comienzos de mes.
"Finalmente está sucediendo, Fiat Chrysler acaba de anunciar planes
para la inversión de 1.000 millones de dólares en Michigan y Ohio (...)
Esto después de que la pasada semana Ford dijese que expandirá en
Michigan y EEUU en vez construir una planta en México. Gracias Ford
& Fiat C", señaló el presidente electo.
Los empresarios, no obstante, han tratado de mantener la cautela frente a este enfoque personalista e intervencionista.
La Cámara de Comercio de EE.UU., la principal asociación empresarial
del país, restó importancia a las advertencias proteccionistas de Trump y
aseguró que las empresas están haciendo "un buen trabajo adaptándose"
al nuevo Gobierno.
Su presidente, Thomas Donohue,
valoró esta semana en rueda de prensa que "los ejecutivos de estas
empresas no están cambiando los planes de inversión, están haciendo
pequeños ajustes" y recordó que "si diriges una gran empresa,
seguramente vas a recibir llamadas del Gobierno. Esto no es nuevo".
Además, en un ejercicio de pragmatismo apuntó a las alzas registradas
en los mercados financieros, con Wall Street en máximos históricos,
desde la victoria de Trump en las elecciones de noviembre.
"Las acciones de estas firmas descendieron en un principio, pero
posteriormente se recuperaron y actualmente se encuentran en niveles
incluso superiores", dijo Donohue.
La gran asignatura
pendiente son los acuerdos comerciales internacionales, cuya marcha
atrás, según los analistas, podría iniciar una reacción en cadena que
amenaza con ralentizar el crecimiento global dado el peso específico de
la primera economía mundial.
Trump ya ha echado por
tierra los planes de ratificación del Tratado Transpacífico (TPP) de
Comercio, entre EE.UU. y once países de la cuenca del Pacífico, que la
Cámara estadounidense había impulsado decididamente; y ha dejado en el
limbo el pacto con la Unión Europea, el acuerdo transatlántico de libre
comercio e inversiones (TTIP).
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