viernes, 3 de febrero de 2017

Grecia mantiene cartas ocultas de negociación a la espera del análisis del FMI

ATENAS.- El Gobierno de Alexis Tsipras sigue manteniendo ocultas sus cartas en las negociaciones con los acreedores sobre la revisión del programa de rescate y todo apunta a que opta por esperar al informe que el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicará el lunes sobre la sostenibilidad de la deuda griega.

En los últimos días, el ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, no se ha cansado de repetir que el Gobierno griego "no mostrará sus cartas hasta que lo haga la otra parte", en alusión a la reunión del FMI sobre un informe que ya de antemano se ha ido filtrando y que ha dado mucho que hablar.
De acuerdo a lo que se ha sabido del informe, el Fondo estima que la deuda griega es "altamente" insostenible y se puede volver "explosiva" en los próximos años, aún en el caso de que Grecia cumpla a rajatabla todo lo acordado hasta ahora.
El FMI todavía no ha decidido si participará en el tercer rescate griego, firmado en 2015 por un valor máximo de 86.000 millones de euros.
Por el momento exige que Grecia apruebe una serie de medidas preventivas en caso de que no alcance un superávit del 3,5 % del PIB en 2018 y los años sucesivos, tal como está previsto en el memorando del rescate y que el fondo considera inalcanzable en los términos acordados.
Las medidas ascenderían a unos 4.500 millones de euros y afectarían nuevamente a pensiones y sistema tributario.
Tanto Tsipras como miembros de su gabinete han recalcado repetidamente estos días que estas exigencias son "irracionales", tanto desde el punto de vista económico como político y que contravienen la Constitución griega, que no contempla legislar medidas para una situación hipotética.
Grecia vería con buenos ojos que el Fondo se quedara fuera del programa de rescate, aún más teniendo en cuenta que se calcula que de los 86.000 millones aprobados posiblemente se requerirá mucho menos.
Así lo considera el propio jefe del fondo de rescate europeo, Klaus Regling, habida cuenta que la recapitalización bancaria helena ha costado 10.000 millones menos de los 25.000 millones previstos.
Sin embargo, tanto Regling como sobre todo Alemania han insistido en que si no participa el fondo no habrá más desembolsos.
El tramo pendiente del rescate asciende a 6.300 millones de euros, dinero que será necesario para Grecia como muy tarde en verano, cuando vencen préstamos del Banco Central Europeo, el FMI e inversores privados por una cuantía similar.
Estos días se ha barajado la posibilidad de que Grecia pueda ceder a una de las exigencias del FMI, la de bajar el mínimo exento de tributación personal, de los actuales 8.360 a los 6.000 euros anuales, más o menos la cuantía en la que está situado el umbral de la pobreza.
Aunque esta posibilidad ha circulado con insistencia en los medios locales, el Gobierno la ha negado.
A día de hoy sigue sin haber acuerdo sobre una tercera parte de los requisitos previos al desembolso, como ha reconocido el propio Gobierno.
Además de las medidas que exige el FMI, que entran en la parte de la negociación que afecta al plan fiscal a medio plazo, sigue habiendo problemas en el proceso de privatización de la energía, y sobre todo en materia laboral.
En una entrevista con la cadena privada de televisión SKAI, la ministra de Trabajo, Efi Ajtsíoglu, se mostró inflexible en cuanto al restablecimiento de los convenios colectivos, abolidos por el Gobierno anterior a instancias de los acreedores, y mantuvo su negativa a ceder en otra de las pretensiones del FMI, la liberalización de los despidos colectivos.
Ante el actual estancamiento en las negociaciones ha resurgido el fantasma del caos vivido en 2015, cuando en pleno tira y afloja de las negociaciones, Grecia se quedó sin fondos, aplazó un pago al FMI y tuvo que imponer un control de capitales que sigue vigente a día de hoy.
Mientras tanto, Tsipras continúa bajando en las encuestas y la oposición conservadora exige con insistencia la convocatoria de nuevas elecciones, algo que el primer ministro rechaza categóricamente por ahora, pero que en la corriente izquierdista de Syriza se ve como una posibilidad real en caso de que sea mejor plantarse ante los acreedores que hundirse.
El drama es que esto ocurre en un momento en que la economía griega ha empezado a despegar tímidamente, el desempleo se ha reducido ligeramente y Grecia ha sobrecumplido los criterios para el superávit primario de 2016, que previsiblemente rondará el 2 % en lugar del 0,5 % previsto en el rescate.

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