BERLÍN.- La Agenda
2010, el paquete de reformas aprobadas por el gobierno de Gerhard
Schröder, tiene en Alemania tanto defensores, que ven en ella la clave
de la actual fortaleza de su economía, como enemigos acérrimos, que la
consideran responsable de la precariedad en el mundo laboral.
Ahora, un estudio del Instituto de Estudios de Mercado
Laboral de la Agencia Laboral de Empleo ilumina un aspecto clave de esa
reforma -relacionada con el seguro de desempleo- y llega a conclusiones
que, según cómo se interpreten, pueden aumentar el arsenal de argumentos
de cualquiera de los dos bandos.
El texto se concentra en la novedad más controvertida de la
Agenda 2010, llamada popularmente Hartz IV y que oficialmente se
denomina Subsidio de Desempleo II, una ayuda que recibe cualquier
persona de al menos 15 años que busca empleo, sea parado de larga
duración o que ejerza un trabajo cuya remuneración no alcance a cubrir
el mínimo de subsistencia.
Actualmente este subsidio se calcula en 409 euros para
personas solas y 726 euros para parejas (con ambos miembros
desempleados), entre 237 y 311 euros por hijo (dependiendo de la edad), a
lo que hay que añadir los gastos de arrendamiento y calefacción.
En contrapartida, se limitó el pago del subsidio de
desempleo normal, que alcanza hasta el 60 % del salario bruto anterior, a
12 meses, para menores de 50 años, y a 24 meses, para mayores de 50
años con al menos 48 meses cotizados.
El primer efecto de la reforma fue que las estadísticas de
desempleo se dispararon, debido a que empezaron a considerar a los
parados de larga duración. En 2005 el número de desocupados subió en
600.000 hasta alcanzar las 4,9 millones de personas o el 13 % de la
población activa.
Desde entonces el índice de desempleo se ha reducido
constantemente y en la actualidad está en torno al 6 por ciento, lo que
muchos atribuyen al conjunto de las reformas de la Agenda 2010.
El Hartz IV, según los defensores de las reformas, permitió
que los parados de larga duración entraran en los radares de la Agencia
Federal de Empleo y se tomaran medidas para integrarlos al mercado
laboral.
No obstante, el estudio muestra que muchas personas no logran abandonar nunca el subsidio.
Así, entre 2014 y 2015 cerca de un millón de personas ha recibido el subsidio de forma ininterrumpida.
La investigación, además, hace un análisis basado en un
grupo de 23.610 personas que recibieron el subsidio por primera vez en
2007 y concluye que sólo una cuarta parte logró salir rápidamente del
sistema y acceder a empleos con una remuneración superior al Hartz IV
que les correspondía.
Otro grupo consiguió integrarse al mercado laboral, pero con
trabajos de remuneración baja, que los hacía seguir dependiendo del
sistema para completar sus ingresos.
Cerca de un tercio no logró integrarse en el mercado laboral y continúa percibiendo el subsidio completo.
Desde 2006, cuando el número de personas que recibían Hartz
IV alcanzó su máximo histórico con 7,5 millones, la cifra de receptores
ha bajado y en 2014, el último año que contempla el estudio, se situó en
los 6,1 millones.
Cerca de un tercio de las personas que reciben el subsidio
tiene trabajo, pero su remuneración es demasiado baja, lo que refleja un
alto grado de precariedad laboral, lo que da la razón a los críticos
del sistema.
Sin embargo, el informe subraya que el Hartz IV ha sido una
herramienta efectiva en muchos casos, cuando se acompaña de medidas de
capacitación que abren las puertas del mercado laboral.
Un elemento problemático adicional es que más de un tercio
de los parados actuales no recibe el subsidio de desempleo normal, sino
el Hartz IV, lo que indica que son parados de larga duración.
Ese dato suele ser utilizado por los críticos del sistema
para mostrar que la Agenda 2010 no ha sido efectiva a la hora de reducir
el número de parados crónicos.
Además, prosiguen los críticos, parte de la disminución de
las estadísticas de paro se debe al aumento de la presión sobre las
personas sin empleo con la reducción del tiempo que perciben el subsidio
de desempleo normal y con normas que los obligan a aceptar trabajos de
baja remuneración.
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