SANTIAGO.- Bajo
el impulso de un mercado global ávido de salmón, la acuicultura chilena
se enfrenta al reto de aumentar su producción sin caer en los pecados
sanitarios que en el pasado transformaron en cementerio las aguas del
sur de Chile.
La
presión surge tras el incremento en un 40% en el precio internacional
del salmón, impulsada en parte por la caída en la producción de Chile
?-el segundo productor mundial detrás de Noruega--, que pasó de 883.102
toneladas a 727.811 en 2016, afectada por una proliferación masiva de
algas que asfixiaron a miles de salmones.
Después
de la catástrofe, los productores viven ahora un buen momento, que
permite "pensar y hacer las cosas que nos den una estabilidad y una
buena sustentabilidad a mediano y largo plazo" bajando costos, comentó Felipe Sandoval, presidente de Salmón Chile, conglomerado de
productores.
Pero
ese equilibrio parece una misión imposible para ambientalistas, que
consideran inviable mantener o aumentar la producción sin triturar el
ecosistema de la Patagonia chilena, donde este año se prevé cosechar más
de 700.000 toneladas del codiciado producto tras una demanda anual que
crece entorno al 10%.
"La
demanda del salmón no es sostenible", apuntó Liesbeth van der
Meer, directora de la organización ambientalista Oceana Chile, que
explica que "hay una carga ecológica que no aguanta más el sistema y
pasado cierta cantidad de salmones esto explota".
Es
necesario aniquilar un kilo de peces autóctonos como la Anchoveta para
producir 190 gramos de salmón, al ser éste un pez carnívoro.
Las
grandes densidades de salmones ?-que se introdujeron en las aguas
chilenas hace dos décadas-- llevan también a que esta especie se estrese
y se enferme más, según la experta.
El
reciente 'boom' de algas que azotó a la industria local el año pasado
responde a la acumulación de desechos de la acuicultura, apuntó.
En
este escenario, lo razonable para el ecosistema chileno sería producir
alrededor de la mitad de la producción actual, puntualizó Van der Meer,
que advierte que no hay estudios que permitan determinar los efectos
provocados por la acuicultura en las tres regiones de Chile en las que
se produce: Los Lagos, Aysén y Magallanes. El uso masivo de antibióticos también está en la mira.
En
2016, la industria utilizó 382,5 toneladas de antimicrobianos, un 31%
menos que el año previo, pero aún muy por encima de la media en Noruega,
principal productor mundial de salmón, con el riesgo, según los
ambientalistas, de generar "superbacterias".
Un
dato que no frena a los consumidores de Estados Unidos, Japón, Brasil y
la Unión Europea, principales compradores de una industria que exporta
el 99% de su producción formada por salmón Atlántico, seguido de trucha
arcoiris y coho.
Para
las autoridades chilenas, "si los parámetros sanitarios y ambientales
funcionan, la industria puede crecer", dijo Eugenio Zamorano,
jefe de la división acuicultura de la Subsecretaria de Pesca y
Acuicultura (Subpesca).
Pero si suena la alarma sanitaria, se puede obligar a bajar la producción, advierte.
Frente
al virus ISA (anemia infecciosa), que en 2007 provocó una gran crisis
sanitaria, el Estado reaccionó bajando las densidades máximas de salmón a
17 kg por metro cúbico, mientras que con otros fenómenos ambientales
- cada vez más recurrentes debido al cambio climático que fustiga al mar
chileno-- la acción se ha centrado en generar nuevos controles con un
reglamento que comenzaría a regir en 2018.
Contrariamente
a lo que sucedió en la región de Los Lagos --con fiordos saturados de
plantaciones--, Magallanes es señalada por el gobierno como la región
donde se impusieron mayores controles desde un comienzo, evitando la
aglomeración de concesiones que se dieron en las otras dos regiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario