MADRID.- En un mes han aparecido muertas siete ballenas vascas en la costa de
Canadá. Mostraban signos de haber chocado con embarcaciones y quedado
enganchadas en redes de pesca. Estos mamíferos marinos están en peligro
crítico de extinción. Quedan poco más de 500 ejemplares. En agosto se
harán públicos los resultados de la necropsia, según adelanta www.elindependiente.com.
“Es un desastre. La pérdida de tantos animales tan rápido no sucedía
probablemente desde las cacerías de ballenas del siglo XIX”, se lamenta
Mark Baumgartner, científico de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI).
Para esclarecer la muerte de los monumentales cetáceos, el 1 de julio
tres cadáveres, de unos 15 metros de longitud, fueron arrastrados hasta
la orilla de la isla Príncipe Eduardo para realizar la necropsia. Los
análisis tardan en completarse entre 6 y 8 semanas. Se presume que a
principios de agosto se anuncien las conclusiones. Los demás cuerpos
estaban demasiado descompuestos como para poder llevar a cabo su
estudio.
Otra posible causa de muerte entre los cetáceos es el envenenamiento
por algas. Sin embargo, en los últimos 40 años no se ha documentado
ningún caso en ballenas vascas, según han explicado desde el Centro
Cabot Anderson, institución que está realizando un catálogo fotográfico
de estos animales.
El primer cadáver apareció flotando el 6 de junio; el último, a
finales de la semana pasada. Pocos días después, la Administración
Nacional estadounidense Oceánica y Atmosférica (NOAA), alertó de la
presencia de otra ballena enredada en las costa este de New Brunswick.
El Departamento de Pesca y Océanos de Canadá movilizó a sus efectivos para liberarla.
“Con una población tan pequeña, estas ballenas tienen muy poca
capacidad para sobreponerse al impacto de las muertes producidas por los
humanos, que se suman a las producidas por causas naturales. Tenemos
muy poco control sobre los cambios en la cadena de alimentación de los
océanos, las biotoxinas o las enfermedades, pero tenemos el control de
nuestras acciones”, explica Baumgartner, miembro del Consorcio de la Ballena Franca del Atlático Norte, para anunciar que van a estudiar maneras de corregir el uso de mallas de pesca que están matando a las ballenas.
En los últimos años el número de estas ballenas no para de descender.
Los nacimientos han caído, las muertes por causa de los humanos han
aumentado y los cambios en las áreas de alimentación están acelerando su
declive. El golfo de Maine, en territorio estadounidense, era una zona
donde habitualmente se alimentaban estos mamíferos, que sienten
predilección por los copépodos, zooplancton del tamaño de granos de
arroz. Ahora se han desplazado a otras áreas, como el sur del golfo de
San Lorenzo, en Canadá, donde han encontrado su violento final.
Antes de morir, las seis ballenas vascas pasearon por las aguas del
norte de la Isla Príncipe Eduardo y el sureste de la Península Gaspesia
en Quebec. Recuentos aéreos en las últimas semanas han localizado
docenas de estas ballenas francas glaciales aún nadando en la zona.
La especie habita aguas templadas y subpolares de bahías, costas y
penínsulas de escasa profundidad. Solo vive en el norte del océano
Atlántico, en el este de Norteamérica y desde la Península Ibérica hasta
Escandinavia.
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