La
contracción del índice, que excluye los alimentos frescos por su
excesiva volatilidad, vuelve a ejercer presión en las políticas de
flexibilización del Banco de Japón (BoJ), adoptadas en 2013 con el
objetivo de situar la inflación en torno al 2 % para terminar con la
deflación que afecta al país asiático.
El banco central retrasó el pasado mes de noviembre el
plazo de consecución de dicha meta hasta más allá de 2018 debido
principalmente a la presión a la baja que ha ejercido sobre los precios
el abaratamiento del crudo.
Así lo refleja la caída
interanual del 7,3 % en la factura de la luz y el agua y de los precios
del combustible el año pasado, según las cifras difundidas hoy por el
Gobierno.
El pasado año, los transportes y la
comunicación costaron un 2 % menos que en 2015, los bienes se abarataron
un 0,6 % y los muebles y otros utensilios para el hogar un 0,4 %.
En cambio, la ropa y el calzado experimentó una subida interanual del 1,8 %, los alimentos un 1,7 % y la educación un 1,6 %.
También se encarecieron los precios de los productos relacionados con la cultura y el entretenimiento, en este caso un 1 %.
El Gobierno nipón también publicó hoy los datos correspondientes a
diciembre de 2016, en el que el IPC se contrajo un 0,2 % interanual en
su décimo mes consecutivo de caída.
El abaratamiento
de la factura de la luz, el agua y los precios del combustible del 4,8 %
interanual fue el principal motor de desaceleración en dicho período,
seguido por la caída del 1 % de los muebles y utensilios para el hogar.
En el lado opuesto estuvieron los alimentos y la educación, que en diciembre se encarecieron un 2,5 y 1,5 %, respectivamente.
Los precios en Tokio, donde el análisis corresponde a enero de 2017,
subieron un 0,1 % interanual, pero cayeron un 0,4 % frente a diciembre.
Los precios en el área metropolitana de la capital se consideran un
indicador avanzado de la evolución del IPC en todo el territorio de
Japón.