WASHINGTON.- Estados
Unidos despertó hoy dividido entre la precaución y el aplauso tras la
gran puesta en escena del proteccionismo de su presidente, Donald Trump,
a pesar del enérgico rechazo internacional que ha generado la
imposición de aranceles al acero y el aluminio.
Las
medidas del mandatario no han dejado a nadie indiferente en el país,
que hoy se debate entre la precaución inicial a la espera de que se
concreten las posibles excepciones y el buen recibimiento de los
trabajadores de la industria, además de la previsible oposición de los
sectores más globalistas.
Con
una imposición del 25 % para las importaciones de acero y del 10 % para
las de aluminio, la confirmación de este jueves del proteccionismo de
Trump ha levantado diferentes pasiones en las filas demócratas y
conservadoras.
Entre
los compañeros de partido del magnate muchos han visto en los aranceles
un golpe al libre comercio, como es el caso del senador John Cornyn, el
segundo republicano de mayor rango en la Cámara alta, que hoy lamentó
la creciente influencia de los asesores proteccionistas de Trump y el
declive de los librecambistas.
"Estoy
triste por ver marchar a (el máximo asesor económico, Gary) Cohn y el
ascenso de (el director del Consejo Nacional de Comercio de la Casa
Blanca, Peter) Navarro, que creo que tiene un montón de ideas erróneas
en cuanto a comercio", dijo Cornyn.
En
este sentido, algunos legisladores republicanos avanzaron que
presentarán una iniciativa legal para frenar las nuevas tarifas -que
eximen por el momento a Canadá y México- ante una previsible "guerra
comercial".
"¿Provocará
una guerra comercial? No debería", subrayó hoy en un artículo en "The
Wall Street Journal" el secretario de Comercio de EEUU, Wilbur Ross,
quien incidió en que "otros países lo entienden".
La
propia portavoz de la Casa Blanca, Sara Sanders, reiteró que se deberán
abordar otras excepciones a petición de otros países y que el documento
les da la "oportunidad" de negociar con ellos sobre la imposición
inicial.
En los sindicatos y las asociaciones gremiales la noticia fue recibida con los brazos abiertos.
"Hoy
el presidente ha actuado decisivamente para garantizar que los recursos
adecuados y la capacidad industrial de acero y aluminio están
disponibles para apoyar a la seguridad nacional", enfatizó el presidente
internacional de la United Steelworkers, Leo Gerard.
Por
su parte, Richard Trumka, el presidente de AFL-CIO, el mayor sindicato
gremial del país, no tardó en aplaudir las medidas anunciadas por el
mandatario y comentó que "ha habido una guerra contra los trabajadores
durante décadas y nos han pateado el culo".
AFL-CIO,
que cuenta con 12,5 millones de miembros, es una importante fuerza
dentro del electorado demócrata y apoyó a la candidata Hillary Clinton
en las elecciones de 2016, pero el gravamen y el giro proteccionista en
la industria ha satisfecho una reivindicación recurrente durante los
últimos años en el sector.
Uno
de los argumentos más recurridos por la oposición es el miedo a una
subida irremediable de los precios de productos que incluyan alguno de
estos dos materiales, algo que se ha reconocido incluso en la Casa
Blanca.
En
este sentido, un alto funcionario de la presidencia que rechazó dar su
nombre señaló que, pese a que los productos verían incrementado su
coste, este sería mínimo: "Hablamos de que en un paquete de seis latas
de refresco el incremento sería de entre 1,5 y 2 céntimos de dólar",
dijo.
En
el ámbito de la automoción, la consultora del sector AutoTrends estimó
que la incidencia de los aranceles podría tener un coste añadido por
cada coche de entre 200 y 300 dólares, según recogió la cadena de
televisión NBC.
Del
lado del Partido Demócrata, la senadora Elizabeth Warren rechazó la
acción del presidente al considerar que afecta a una "pequeña sección de
la economía" y que "mete en el mismo bote" a los aliados y a China,
aunque precisó que la esencia es "correcta", según dijo al diario
especializado "The Hill".
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