viernes, 14 de septiembre de 2018

El BCE mantiene su política / Primo González *

La economía europea sigue dando señales de  debilitamiento gradual. Lo acaba de corroborar el Banco Central Europeo (BCE), que en su última presentación, la realizada por el presidente del organismo, Mario Draghi, tras la reunión de la cúpula directiva,  ha recortado sus previsiones en una décima para este año y para el próximo. 

Europa registrará previsiblemente un crecimiento este año del 2,0% en vez del pronosticado 2,1% hace pocos meses mientras el pronóstico  para el año 2019 se presenta también a la baja respecto a lo que se había  pronosticado previamente, de modo que se recorta al 1,8% frente al 1,9% que hasta ahora se consideraba posible y probable.

El razonamiento que utilizan los analistas del BCE para este recorte no reside tanto en la crisis de  algunos países emergentes, que puede tener consecuencias desfavorables para algunas entidades financieras o empresas (en especial, en el caso de España) pero no consecuencias de ámbito global. La repercusión en estas compañías de países de la zona euro se debe a la fuerte depreciación cambiaria que padecen Turquía y Argentina, que mermarán los ingresos en euros de bastantes empresas de primera fila.

La principal fuente de preocupación  que está obligando a modificar las previsiones económicas en la zona euro  radica en las turbulencias comerciales, es decir, en la subida de aranceles, unas ya aplicadas, otras en fase de amenaza, que se están aplicando o en fase de activación en sectores de gran importancia en algunas economías europeas, como es el caso del impacto negativo sobre la industria del automóvil, que está obligando a muchas empresas europeas a reorganizar sus estrategias comerciales e incluso productivas, con desplazamientos de centros fabriles.  

Europa cuenta con sectores muy agresivos en sus capacidades de exportación y una guerra comercial de ámbito global, aunque tenga como principales protagonistas a Estados Unidos y a China,  tiene un elevado  nivel de riesgo para las empresas europeas, lo que acabará por trasladarse a las cifras de actividad económica.

Aún a pesar de estas menores expectativas de crecimiento económico, el máximo responsable del BCE  apenas ha alterado su discurso en relación con las previsiones de gestión de la política monetaria. Naturalmente, el BCE sigue pensando que las medidas de apoyo a la liquidez, iniciadas en el año 2016 y cuya finalización está prevista para finales de este año,  son necesarias. Pero no hay previsiones de alargamiento del plazo durante el cual estas medidas se van a aplicar ni tampoco hay anticipaciones sobre la estrategia monetaria en relación con los tipos de interés, todavía en niveles cero.

Parece que las primeras subidas de tipos, que en Estados Unidos han comenzado a aplicarse hace ya bastantes meses, no se esperan hasta dentro de un año, para  después del verano del año 2019. Hay que recordar que ese momento coincidirá con la retirada de Mario Draghi  al frente del BCE lo que pondrá en manos de su sucesor, que quizás no sea alemán como estaba previsto hasta ahora (Alemania va a luchar por  hacerse con la presidencia de la Comisión Europea, lo que reduce sus expectativas de acceso a la cúpula del BCE) sino de otra latitud europea. Este cambio puede suponer un giro importante en la estrategia del BCE.


(*) Periodista y economista español


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