WASHINGTON.- El
juego de amenazas y represalias entre EE.UU. y China se recrudeció hoy
con las sanciones impuestas por Pekín por valor de 60.000 millones de
dólares en respuesta a las de Washington, mientras que el presidente
Donald Trump acusaba al país asiático de tratar de influir en las
elecciones.
"China
ha afirmado de manera abierta que está tratando activamente de impactar
y cambiar nuestra elección atacando a nuestros granjeros, rancheros y
trabajadores industriales por su lealtad a mi", dijo Trump en un mensaje
su cuenta de Twitter.
Las
elecciones legislativas estadounidenses tendrán lugar el próximo 6 de
noviembre, y en ellas se renovará la totalidad de la Cámara de
Representantes así como un tercio del Senado.
Actualmente,
los republicanos controlan ambas cámaras, pero las encuestas señalan
que el partido del presidente podría perder al menos el control en una
de ellas.
Se
trata de la primera vez en la que explícitamente Trump apunta a China
por diseñar sus aranceles de manera que afecten a productos procedentes
de estados que votaron masivamente por el candidato republicano en los
comicios presidenciales de 2016, con el supuesto objetivo de perjudicar a
los legisladores republicanos.
Los
aranceles chinos han tenido en el punto de mira la carne de cerdo, de
pollo, soja, sorgo y lácteos estadounidenses, cuyos centros de
producción se concentran en estados del centro y Medio Oeste del país, y
que son tradicionalmente republicanos.
Trump insistió en que China se ha aprovechado de EE.UU. en materia comercial "durante muchos años".
"Saben
también que soy el que conoce cómo pararlo. Habrá represalias grandes y
rápidas contra China si nuestros granjeros, rancheros y/o nuestros
trabajadores industriales son afectados", agregó.
Las
palabras del mandatario se produjeron minutos antes de que Pekín
anunciase aranceles a productos estadounidenses por valor de 60.000
millones de dólares, en respuesta a los gravámenes del 10 % que
Washington aplicará a 200.000 millones de dólares en importaciones
chinas.
"Estamos
profundamente apesadumbrados", afirmó hoy el Ministerio de Comercio del
país asiático, que manifestó su esperanza de que "EE.UU. reconozca las
consecuencias dañinas de su acción y rectifique a tiempo con medidas
convincentes".
Pese
a las continuas amenazas por parte de ambas potencias, hasta la fecha
únicamente se han impuesto aranceles mutuos por valor de 50.000 millones
de dólares, que se aplicaron en dos fases (una inicial a bienes de
34.000 millones y una segunda a productos por valor de 16.000).
Una
vez más, ambas partes ofrecieron un espacio a la mesa de diálogo para
rebajar las tensiones, al indicar que no entrarán en vigor hasta el
próximo 24 de septiembre.
Washington
y Pekín trabajan, en paralelo, para sostener un nuevo ciclo de
negociaciones comerciales que está previsto y que en principio tendrían
lugar entre el 27 y 28 de septiembre en la capital estadounidense,
aunque aún no se han concretado.
El
secretario de Comercio de EE.UU., Wilbur Ross, reiteró hoy que los
aranceles han sido diseñados con el objetivo de "modificar el
comportamiento" de China y que se busca "establecer un campo de juego
comercial equilibrado".
Ross
advirtió, además, de que Pekín se están quedando "sin balas" para
responder a las sanciones dado que las exportaciones estadounidenses a
China son mucho menores que las chinas a EE.UU.
Desde
la comunidad empresarial, sin embargo, el nerviosismo sigue creciendo
ante la constatación de que las dos mayores economías mundiales están
ahondando sus posturas proteccionistas.
"El
escenario de que China se acabe rindiendo subestima su capacidad para
seguir enfrentando fuego con fuego. El Gobierno estadounidense corre el
riesgo de una espiral descendente de ataques y contraataques, que no
beneficia a nadie", sostuvo William Zarit, presidente de la Cámara de
Comercio de EE.UU. en China, en un comunicado.
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