FRÁNCFORT.- Diez años después de la quiebra de Lehman Brothers,
algunos países de la zona del euro siguen muy endeudados y se avecina
una nueva crisis del mercado inmobiliario en algunas economías, pero la
supervisión bancaria ha mejorado y se ha avanzado en la unión bancaria.
La quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers el 15
de septiembre de 2008, intensificó una crisis del mercado financiero que
había comenzado en verano de 2007.
"¿Qué podría causar la próxima crisis? No sé, pero
sospecho que podría ser el mercado inmobiliario", ha dicho esta semana
la presidenta del consejo de supervisión del Banco Central Europeo
(BCE), Daniel Nouy.
Hasta el verano de 2007, el euro había aportado estabilidad de precios y bajos tipos de interés a todos los países del área.
La crisis financiera internacional desde verano de 2007 y su
agravamiento a partir 2010 en la crisis de endeudamiento soberano
europeo, por las dudas sobre las finanzas de Grecia, evidenciaba los
débiles cimientos sobre los que se sustentaba el euro, la posibilidad de
que desapareciera o de que algunos países salieran del área, países que
fueron rescatados.
La presión del mercado ponía en
jaque la solvencia de los países del Sur de Europa, muy endeudados y con
una pérdida de competitividad.
Grecia, Portugal,
Irlanda y Chipre fueron rescatados completamente y España recibió ayuda
para el sistema financiero, en total un desembolso de casi 500.000
millones de euros.
A cambio han tenido que aplicar
políticas de austeridad y reformas en el mercado laboral y en las
pensiones, reduciendo el gasto en educación, sanidad, pensiones, las
ayudas sociales y creando descontento en la población.
La crisis llevó a crear en 2013 un organismo de gestión de crisis
permanente y a intensificar la unión bancaria europea mediante una
supervisión unificada a cargo del BCE, y un mecanismo de resolución de
bancos para evitar que sea el contribuyente el que pague el rescate de
los bancos.
Todavía se trabaja en intentar lograr una garantía de depósitos común.
Además, se exige a los bancos más capital para cubrir sus riesgos.
Las turbulencias de los mercados en agosto de 2007 se originaron por
los impagos de los préstamos hipotecarios estadounidenses de alto
riesgo, "las subprime" o "hipotecas basura", que representaban el 13 %
de los créditos hipotecarios de EEUU.
Su efecto se
extendió por todo el mundo con gran rapidez porque los bancos habían
titulizado esos préstamos, es decir, los habían transformado en un valor
negociable y vendido por todo el mundo a otros grandes bancos y
aseguradoras.
Al no haber información sobre quién
tenía esos activos y riesgos, se generó una fuerte desconfianza y los
bancos dejaron de prestarse entre ellos, por lo que se dispararon los
tipos de interés a corto plazo y las empresas y hogares no obtenían
créditos.
Desde agosto de 2007 y tras la quiebra de
Lehman, los bancos centrales redujeron los tipos de interés y
garantizaron liquidez, cooperando entre ellos, algo que no ocurrió tras
la crisis financiera de 1929 a la que siguió la Gran Depresión.
Al no tener crédito muchas empresas tuvieron que recortar empleos y muchos países entraron en recesión.
Los gobiernos apoyaron a los bancos mediante inyecciones de capital público, la adquisición de activos deteriorados o avales.
El rescates de bancos en las principales economía avanzadas hasta 2010 supuso el desembolso de 1,5 billones de dólares.
En Europa, los países con más recapitalizaciones bancarias entre 2008 y
2015 fueron Grecia, Irlanda y Chipre, por valor entre el 20 y el 26,5 %
de su producto interior bruto (PIB).
Las
recapitalizaciones en España fueron de un 5,8 % del PIB y en Alemania,
Francia e Italia supusieron un 2,1 %, un 1,1 % y un 0,7 %,
respectivamente, según la Comisión Europea (CE).
En
un primer momento, como resultado de las medidas de apoyo y estímulo de
los gobiernos, las economías se recuperaban en 2009, pero después
empeoraron por la crisis de endeudamiento soberano.
Ante la gravedad de la situación, se llegó a poner en duda la propia supervivencia del euro.
A finales de julio de 2012, el presidente del BCE, Mario Draghi,
garantizaba que el BCE intervendría y haría todo lo necesario para
salvar al euro.
El BCE ha bajado el precio del dinero
hasta el 0 %, ha dado cantidades ingentes de liquidez a los bancos y ha
comprado deuda, sobre todo deuda soberana, por 2,5 billones de euros.
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