BERLÍN.- Un año después de su
entrada en la cámara de los diputados, el partido de ultraderecha
Alternativa por Alemania (AfD) ha trastocado la vida política del país,
convirtiendo los debates parlamentarios en enfrentamientos.
Este
movimiento antimigrantes, que se alzó en los últimos sondeos en el
segundo puesto en intención de voto (18%), por detrás del partido de
centro-derecha de Angela Merkel, hizo de la canciller su "bestia negra" y
aprovecha su debilidad política en el comienzo del que probablemente
sea su último mandato.
El 24 de septiembre de 2017 marcó un "giro histórico"
según el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ). En las
legislativas, el partido de extrema derecha obtuvo el 12,6% de los
votos, tan solo cuatro años después de su fundación.
En la
actualidad cuenta con 92 diputados y se ha convertido en la primera
fuerza de la oposición en el Bundestag, la cámara baja del parlamento.
Desde
entonces, "la cultura parlamentaria está más marcada que antes por la
confrontación", indica el politólogo Paul Nolte, de la
Universidad Libre de Berlín. "La AfD no está considerada [por las otras
formaciones] como un partido político normal y, en el Bundestag, tampoco
se comporta como un partido absolutamente normal", añade.
Bajo
la cúpula transparente del Reichstag, el tono de los debates ha subido
en intensidad a golpe de invectivas, insultos y llamadas al orden del
presidente de la asamblea, el sobrio Wolfgang Schäuble.
"Han
cambiado el discurso del día a día [...] con términos como 'migración
del cuchillo', 'invasión del asilo'", explica en el FAZ la diputada de
los Verdes, Renate Künast, que opina que se trata de un cambio "más
masivo y fundamental que la Reunificación alemana".
La AfD asume
esta estrategia. "Las provocaciones verbales" son "a buen seguro, una de
sus [nuestras] características", resume el diputado de ultraderecha
René Springer, en una entrevista.
En primavera, en plena
sesión parlamentaria, la formación organizó un minuto de silencio en
memoria de Susanna Feldmann, una adolescente aparentemente violada y
asesinada por un solicitante de asilo iraquí al que se negó su petición,
un crimen que causó una gran polémica y atizó el debate sobre la
conveniencia de la política migratoria del gobierno. Los diputados de
ultraderecha fueron llamados al orden.
Los parlamentarios de ese
partido aseguran ser víctimas del "odio y las cazas colectivas" de los
otros grupos, unos términos asociados a las violencias recientes de la
ultraderecha contra los extranjeros en Chemintz (este).
Y cuando
el diputado socialdemócrata Johannes Kahrs los tilda de "poco
agradables", el grupo parlamentario AfD en conjunto da un portazo en
medio de una sesión plenaria.
Los nervios también están a flor de piel entre los
diputados anti-AfD. El socialdemócrata Martin Schulz, expresidente del
Parlamento Europeo, los comparó con un "atajo de desgraciados de la
Historia" y denunció un regreso del "fascismo".
Desde hace un
año, el AfD también está en el punto de mira por su falta de personal
político experimentado y su desconocimiento del funcionamiento del
Bundestag.
"Hay un potencial de profesionalización", admite uno de los diputados de la formación.
A
algunos diputados les costó encontrar asistentes parlamentarios, poco
proclives a que en su currículum figure un puesto relacionado con el
AfD.
Sin embargo, "el grupo parlamentario AfD se ha revelado más
estable, consistente y homogéneo de lo que algunos predecían", considera
el politólogo Paul Nolte.
A pesar de las luchas de poder, el
jefe del partido, Alexander Gauland, ha logrado "mantener en el centro
las tendencias más extremistas", próximas a los neonazis, según el
experto.
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