domingo, 23 de septiembre de 2018

La guerra de Kivu, un conflicto olvidado en el corazón de África


KINSHASA.- Kivu, región del este de la República Democrática del Congo (RDC), sigue inmersa en varios conflictos olvidados, nacidos como consecuencia del genocidio en Ruanda y por la abundancia de coltán, el cotizado mineral indispensable para fabricar teléfonos móviles.

El sábado, al menos 16 personas, 12 de ellas civiles, murieron en Beni (Kivu del Norte) en un ataque atribuido a uno de los grupos armados más agresivos de la región, las Fuerzas de Defensa Aliadas (ADF), de origen ugandés.
Aunque la violencia no siempre es tan mortífera, sí es casi diaria. El Grupo de Estudios sobre Congo de la Universidad de Nueva York registró 134 grupos armados activos en Kivu del Norte y Kivu del Sur, una región cuyo recurso mineral, el coltán, alimenta el tráfico de las milicias desde hace 25 años.
Ante la cercanía de las elecciones presidenciales, legislativas y provinciales del 23 de diciembre, la seguridad en la región se ha visto "perturbada por ataques múltiples contra las fuerzas gubernamentales", subraya la Monusco, la Misión de Naciones Unidas en el Congo, que cuenta con unos 16.000 efectivos.
En las dos provincias, fronterizas con Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania, los civiles son los que más sufren, con tomas de rehenes, asesinatos, saqueos e incendios de localidades, a lo que se añaden las violaciones y mutilaciones en el caso de mujeres y niños.
Los conflictos en Kivu rara vez aparecen en la tapa de la prensa internacional, salvo cuando hay picos de violencia, como la masacre de 15 Cascos azules tanzanos en diciembre.
"La comunidad internacional olvida o minimiza deliberadamente el conflicto", lamenta Omar Kavota, director del Centro de Estudios para la Paz, la Democracia y los Derechos Humanos, una oenegé basada en Kivu del Norte.
Los problemas comenzaron en Kivu en 1994, cuando cientos de miles de hutus ruandeses se refugiaron en el este del antiguo Zaire tras el genocidio de los tutsis y las matanzas de los hutus moderados (800.000 muertos), y la contraofensiva victoriosa de la rebelión tutsi del Frente Patriótico Ruandés, llegado desde Uganda.
En mayo de 1997, el nuevo hombre fuerte en Ruanda, el tutsi Paul Kagame, apoyó la rebelión congoleña de Laurent-Désiré Kabila para derrocar al mariscal Mobutu. De paso, los hombres de Kagame saldaron cuentas con los hutus refugiados en Congo, entre los que había autores del genocidio pero, sobre todo, civiles.
"Durante el avance de las fuerzas de invasión calculamos que se masacró a entre 200.000 y 300.000 refugiados hutu", señala el autor belga David Van Reybrouck en su trabajo "Congo, une histoire".
Entretanto, la nueva República Democrática del Congo se sumergió en dos guerras entre 1996 y 2003 que se estima provocaron millones de muertos.
Estas guerras coincidieron con la explosión de la industria de los celulares. Muchos informes calificaron al coltán de "mineral sangriento", que alimenta a los grupos armados y la violencia en Kivu.
Durante la segunda guerra de Congo (1998-2003), numerosos grupos de autodefensa congoleños fueron armados por el poder para combatir a los invasores ugandeses o ruandeses. Algunos nunca se desarmaron.
Un cuarto de siglo después, Ruanda y Uganda ya no intervienen directamente en territorio congoleño, y el número de víctimas cambió de escala. Pero la violencia y la inestabilidad amenazan la vida de millones de congoleños en esta región.
En agosto, el Grupo de Estudios sobre Congo registró 49 muertes violentas, 103 secuestros y 32 enfrentamientos entre beligerantes.
Históricamente opuesto al régimen del presidente ugandés, Yoweri Museveni, las ADP masacraron a cientos de personas en la región de Beni desde 2014, sin una reivindicación precisa.
Las Fuerzas de Liberación de Ruanda (de inspiración hutu ruandesa) y los diversos grupos de congoleños hutus, nande o hundu, son acusados con regularidad de atacar a civiles o a las fuerzas armadas.
Desde 1999, la Monusco intenta apagar junto al ejército los múltiples fuegos del polvorín que es Kivu.
La Monusco fue abiertamente criticada a principios de año por el presidente congoleño, Joseph Kabila, por su ineficacia frente a los grupos armados en esta guerra "asimétrica".

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