NUEVA DELHI.- En la India hay "vegetarianos" y "no vegetarianos", una categorización
de los hábitos alimenticios que muestra la realidad de un país en el que
para las castas altas en el hinduismo no comer carne es una obligación,
mientras que para los más humildes la dieta "verde" es sobre todo una
cuestión de precios.
En Nueva Delhi, las colas de espera en la entrada de
algunos de los restaurantes vegetarianos más populares son habituales,
mientras que en los establecimientos "mixtos" se destaca el menú
vegetariano, señalando con llamativos avisos los platos con carne para
evitar que algún despistado se equivoque, lo que podría corromper su
alma.
"Las sagradas escrituras indican que tu alma es lo que
comes. Si comes bien, tu alma estará bien. Si comes el alimento erróneo,
consumes alcohol y carne, tu alma estará mal y te llevará a cometer
actos estúpidos", aseguró el sacerdote hindú Acharya Brijesh.
El sacerdote, al frente de uno de los principales templos dedicados al
dios mono Hanuman en la capital india, aclaró sin embargo que no todos
los hindúes son vegetarianos y que muchas veces depende "del karma y la
fecha de nacimiento" de cada uno el comer o no carne.
Así, en lo más alto del sistema de castas hindú se encuentran los
brahamanes, relacionados a menudo con el sacerdocio o puestos de poder, y
que suelen ser en su inmensa mayoría vegetarianos para mantener
supuestamente un buen karma, esa energía que marca sus acciones y que
determinará cómo se reencarnarán tras su muerte.
Por
otro lado, en el escalafón más bajo del sistema de castas se encuentran
los llamados "impuros", los intocables, relacionados a menudo con el
consumo de la carne más barata (cerdo y búfalo) y que poseen un karma
negativo que ha marcado su reencarnación como dalits (intocables),
condenándoles a labores como la recogida manual de heces.
Con la celebración mañana del Día Mundial del Vegetarianismo, los datos
son claros al destacar a la India como la Meca global de los seguidores
de "la comida no violenta", como señaló el popular gurú del yoga
baba Ramdev.
Según la última encuesta sobre los
hábitos alimenticios en el país asiático, llevada a cabo durante el
período 2015-2016 por el Ministerio de Salud indio, el 30 % de las
mujeres y el 22 % de los hombres en la India se declaran puramente
vegetarianos.
Sin embargo, al profundizar en las
estadísticas, esos números se disparan hacia el lado verde, al asegurar
que alrededor del 90 % de la población consume vegetales a diario,
mientras que sólo el 6 % ingiere carne a diario y que únicamente el 36 %
de las mujeres y el 43 % de los hombres lo hace al menos una vez a la
semana.
"Sí, los indios somos vegetarianos, aunque
hay unos pocos que no lo son. Existe la posibilidad de elegir, pero por
naturaleza la India es un país vegetariano", sentencia Ramdev, que
promueve el vegetarianismo a través de su propia marca de productos
alimenticios.
En un país donde según datos de
Naciones Unidas de 2011 un 23 % de la población vive con menos de 1,25
dólares al día, los precios de los alimentos también son un factor
importante a la hora de marcar la dieta familiar.
Así
mientras un kilogramo de las carnes más consumidas, pollo y cordero,
cuestan 240 rupias (3,3 dólares) y 460 rupias (6,3 dólares)
respectivamente, el kilo de arroz y de lentejas valen 100 rupias (1,3
dólares) y 200 rupias (2,7 dólares).
Para surtir esa
gran demanda de legumbres, verduras y hortalizas, Nueva Delhi, con 18
millones de habitantes, cuenta con el mercado de Azadpur, situado en el
norte de la capital india y uno de los más grandes de Asia, con
kilómetros de montañas de cebollas, tomates, pimientos... destinados a
la compra al por mayor.
Hasta Azadpur llegan a diario
más de 13.000 toneladas de hortalizas y frutas, detalló el
secretario del Comité de Comercialización de Productos Agrícolas (APMC)
del mercado, Anil Ghildiyal.
Allí, desde primera hora
de la mañana, porteadores cargan sin descanso sacos de vegetales en
camiones destinados a los mercados y restaurantes de la capital,
mientras que decenas de vacas, sagradas en la India, disfrutan con los
restos de su particular festín.
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