BUENOS AIRES.- La industria argentina se encuentra en sus niveles más bajos desde el
cambio de gobierno hace casi tres años por la caída del consumo y la
falta de financiación, entre otros factores derivados de la crisis
económica, un mal momento que solo se ve atenuado en parte por la
devaluación del peso.
Desde que Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada, a
finales de 2015, hasta agosto de este año, la actividad industrial cayó
un 5,9 %, según datos oficiales, que situaron en menos del 60 % el uso
de la capacidad instalada en julio, frente al 71 % de hace tres años, lo
que supone una capacidad ociosa demasiado elevada que puede poner a los
rubros más vulnerables al borde del cierre.
Con una inflación disparada (para este año se prevé que
supere ampliamente el 40 %) y una política de contención de salarios, el
consumo interno caerá en 2018 un 3,4 %, de acuerdo con las proyecciones
-generalmente optimistas- del Gobierno, una tendencia que golpea con
fuerza a la industria nacional, en la que las exportaciones suponen una
baja proporción.
Daniel Funes, vicepresidente de la
Unión Industrial Argentina (UIA, una de las patronales más importantes
del país), señaló el escaso acceso al crédito como
otro de los aspectos que frenan la producción.
Para
intentar contener la inflación y la fuga de capitales, el Banco Central
fijó recientemente los tipos de interés en el 60 %, una tasa que
encarece la financiación hasta niveles inasumibles para buena parte del
tejido empresarial.
En cuanto a la política comercial
de apertura de Macri, que suscita el apoyo de la mayoría de expertos
por sentar unas bases que permitan un mayor crecimiento en el futuro, en
el corto plazo aún no ha dado sus frutos; las importaciones han
aumentado a un ritmo mayor al de las exportaciones y la balanza
comercial ha profundizado su déficit.
A todo ello se
han sumado otros factores que han lastrado el desempeño de la industria,
como la caída económica de Brasil, el principal destino de las
manufacturas argentinas, o una de las peores sequías en las últimas
décadas, que ha dejado este año unos pobres números en los sectores
ligados al campo, como aceites y harinas, de gran peso en la producción
del país.
Frente a este panorama, uno de los puntos
en los que se puede apoyar el sector para su recuperación es la
competitividad que aportará en el plano internacional la devaluación del
peso -el dólar ha repuntado desde el comienzo de este año un 100 % con
respecto a la moneda local-, en opinión de Marcelo Elizondo, director de
la consultora DNI.
Elizondo explicó que el principal
sector exportador argentino es el de la industria automotriz, pero en
él la ventaja cambiaria se puede ver diluida porque tiene mucha
dependencia de insumos importados, y su principal comprador es Brasil,
cuya moneda también se ha depreciado recientemente.
Las industrias de menor dimensión, muchas de ellas nacionales, de
divisiones como químicos, plásticos o aparatos eléctricos, con una
estructura de un número alto de empresas pero una baja exportación, que
se dirige hacia toda Latinoamérica, pueden verse en cambio muy
beneficiadas, porque no tienen tantos componentes importados.
También en la agroindustria el analista ve un gran potencial, ya que
trabaja con materia prima del país y exporta a mercados como Europa y
Asia, por lo que la baja de costes medida en dólares es más
significativa y le suma una mayor competitividad.
Pero en medio de un contexto de recesión y de ajuste fiscal, el Gobierno
ha adoptado medidas como una bajada del 66 % de los reintegros a las
exportaciones y la generalización de las conocidas como "retenciones" a
la exportación, con un importe de entre 3 y 4 pesos por dólar (entre el
7,5 % y el 10 %, según al tipo de cambio actual), que moderan el posible
crecimiento en este ámbito.
Por otro lado, la fuerte caída del peso impactará limitando las importaciones, un hueco que puede ocupar la producción local.
Pero más allá del empujón que pueda obtener por la devaluación, las
previsiones de la industria para los próximos meses son negativas, y
"solo el tipo de cambio no resuelve el problema", como subrayó el
vicepresidente de la UIA.
El sector difícilmente
podrá volver a carburar hasta que no haya una reactivación de la
economía, algo que el consenso de los economistas no espera hasta bien
entrado el próximo año.
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